CAÍDA DE TENOCHTITLAN: 495 AÑOS
La matanza en el Templo Mayor (Códice Durán). Matanza liderada por Pedro de Alvarado en el Templo Mayor de México-Tenochtitlan durante la celebración de la fiesta de Tóxcatl. |
Moctezuma II recibe a Cortés y le hace obsequios a su arribo a la Cuenca. De ahí, los lleva a la Casa Real en México-Tenochtitlan. |
Enfrentamiento entre los mexicas y el ejército de españoles y aliados |
LA CAÍDA DE TENOCHTITLAN
La historia verdadera de la Conquista de Nueva España de Bernal Díaz del Castillo, las Cartas de relación de Hernán Cortés al Rey Carlos I, y las Crónicas de Indias en las que muchos conquistadores contaron sus vivencias en el nuevo mundo, son las principales referencias que tenemos sobre lo que pasó durante la Caída de Tenochtitlan (del 10 de mayo al 12 de agosto de 1521).
Para
entender la esta situación, hace falta saber lo que pasó durante la Noche
Triste (para los europeos) y la Batalla de Otumba, y para conocer un poco mejor a Cortés, se puede leer la anécdota de Pánfilo de Narváez, o saber que partió de Santiago de Cuba
con 553 soldados (32 ballesteros y 13 arcabuceros),110 marineros, 10
cañones pesados, 4 culebrinas ligeras, 16 caballos y unos cuantos perros, de
los cuales ahora no quedaba ni la mitad. Por otro lado, saber que sólo la
capital Tenochtitlan tenía unos 300,000 habitantes, para tener una idea de lo
extensa que era la ciudad en 1521.
Pasada la
fatídica Noche Triste y el encontronazo de Otumba, los españoles fueron
bienvenidos en Tlaxcala, donde Cortés y sus hombres contemplaron con
asombro cómo diversas delegaciones de tribus indígenas, antiguos vasallos de
los aztecas, juraban ahora fidelidad a la corona de España con el objetivo de
ayudar para conseguir el fin de la supremacía azteca. Algunos de
estos pueblos fueron incluso enemigos de los propios tlaxcaltecas en
el pasado pero ahora, vista la voluntad de los españoles por acabar con los
aztecas, no encontraron mejor momento para unirse. Tanto fue el odio de los
tlaxcaltecas hacia los aztecas, que cuando el nuevo emperador Cuauhtémoc trató
de forzar una alianza contra los invasores, Tlaxcala se negó rotundamente.
Recordemos que los aztecas también fueron un pueblo expansionista y opresor,
que tomaban los corazones de sus víctimas mientras estaban vivos, para
ofrecerlo como ofrendas a los dioses, mientras las cabezas de los dueños
rodaban, escalera abajo, por las pirámides del grandioso Imperio Azteca.
Una vez
Cortés hizo descansar y reponer fuerzas a sus soldados, españoles y aliados
indígenas, comenzó su avance hacia el Valle de México acabando con
poblaciones guarnecidas por guerreros aztecas en su camino. Cuantos más
triunfos conseguía más aliados. El ejército se componía mientras avanzaba hacia
Tenochtitlan, sumando adeptos que iban a pie, a la vez que Martín
López fabricaba 13 bergantines para hacerse con el control del Lago
Texcoco, que prácticamente rodeaba a la capital mexicana.
La suerte
de la ignorancia concedió a Cortés incluso más ayuda, porque Diego
Velázquez (Gobernador de Cuba) había enviado dos barcos con refuerzos y
provisiones para apoyar el fracasado intento de Pánfilo de Narváez por capturar
e inmovilizar a Cortés. Las tropas amarraron en puerto, y en vez de ver a
Pánfilo vieron a todo un ejército comandado por Cortés y sus hombres (Olid,
Alvarado, Ávila, Salamanca y Sandoval), dispuesto a acabar con la supremacía
del Imperio Azteca, atacando su capital. Inmediatamente los hombres se unieron
a Hernán, concediendo comida, ropa limpia, algo de armadura y vino, así
animando notablemente la moral de los soldados, de camino a la muerte.
Pero antes
de la batalla llegaron todavía más refuerzos, ante la extrema sorpresa de
Cortés. Unos por casualidad y otros por ganas de botín o heroísmo, se fueron
uniendo al líder desde uno u otro lado. El Gobernador de Jamaica envió 3 barcos
que al ser rechazados por los nativos pasaron al control de Hernán, y al poco
tiempo, otros tres barcos llenos de voluntarios llegaron desde La Española, así
formando un número total aproximado de 600 españoles y 10,000 tlaxcaltecas,
pero habría que sumar también a los otros pueblos indígenas que se unieron, que
llegarían a unos mil entre todos, aunque algunas fuentes se contradicen. Recordar
que Tenochtitlan disponía de una población de 300,000, de los que salía un
ejército de 150,000, excluyendo mujeres y niños, aunque no todas.
El 10 de
mayo de 1521 se lanzó el primer ataque español a la capital del Imperio Azteca
después de que Cuauhtémoc rechazara las propuestas de paz españolas.
Cortés lo hizo en tres frentes comandados, cómo no, por sus colegas Alvarado,
Sandoval y Olid, todos ellos fantásticos combatientes con honores. Cortés se
hizo cargo de la cuarta fila y de los barcos. A partir de aquí Hernán hizo lo
siguiente:
Cortar el
suministro de agua a los aztecas bloqueando la presa del cerro de Chapultepec.
Obstruir
los terraplenes para avanzar por ellos hacia la ciudad.
Colocar
bergantines en el lago para protegerse de las canoas aztecas.
Casi todos
los arcabuces colocados en los barcos para estar defendidos mientras
disparaban.
Amarrar lo
antes posible y sorprender, con toda la tropa de los barcos, a los aztecas por
los flancos y retaguardia.
Sin
embargo, parecía que esto ya lo habían previsto los aztecas pues todas las
brechas y trincheras construidas estaban acompañadas de muros de piedra
adicionales, de manera que hubieran huecos en la tierra acompañados de murallas
de piedra, así doblando la altitud total del obstáculo, obligando a los
españoles a ir flanqueando los muros, liberando la zona, y rehabilitando los
fosos para poder colocar la artillería, y así poder destruir la muralla
improvisada. De esta manera, cañonazo tras cañonazo, los hombres de Cortés
derribaron la última muralla, que daba paso a la vista panorámica de la Gran
Plaza de Tenochtitlan, plaza que ocuparon.
A todo
esto los aztecas habían capturado a 62 conquistadores, en una hábil maniobra de
contraataque, pero los españoles avanzaron sin cesar de manera que en agosto,
ya las defensas de la ciudad escaseaban, y lo único rebelde que quedaba era la
posición montañera defendida por el propio Cuauhtémoc y sus hombres,
que cayeron el 12 de agosto de 1521, rindiéndose y siendo alabados por los
españoles por su bravura y coraje.
Aunque sí
es verdad que los españoles destruyeron muchos edificios importantes y mataron
sin dudar a todos los que se cruzaron en su camino hasta la rendición de Cuauhtémoc,
según el reportaje de Tenochtitlan, 1520-1521 del libro 50 Batallas
que cambiaron el Mundo (Editorial Historia Inédita), fueron los tlaxcaltecas
los que, en un acto de venganza y rencor, acabaron con la vida de 150,000
aztecas, de entre los que no distinguieron hombres de mujeres o niños. De hecho
el propio Cortés los definió así: “Nunca he visto una raza tan despiadada ni a
seres humanos tan inmisericordes”.
La Caída de México-Tenochtitlan (1521), la capital del Imperio Mexica, llevada a cabo mediante la manipulación de facciones locales y de las divisiones existentes por el conquistador español Hernán Cortés. Muchas batallas existieron entre los ejércitos azteca y español, aquel compuesto mayoritariamente por indígenas.
El
episodio final fue el sitio de México-Tenochtitlan, batalla final que marcó la
caída de la civilización mexica y que marca el final de la primera etapa de
la Conquista de México. Siendo la derrota de México parte de la colonización
española de América.
Un mito
ampliamente citado dice que los mexicas inicialmente pensaron que Cortés
era Quetzalcóatl, un personaje mítico cuya vuelta a México estaba
profetizada el año que Cortés desembarcó, desde la misma dirección. En la
actualidad, se cree que esta es una invención post-conquista, y la mayoría de
los estudiosos están de acuerdo en que los mexicas tenían bien claro que Cortés
no era un dios. Un encuentro entre Moctezuma, el Huey Tlatoani, y Cortés,
demuestra que los mexicas sabían que Cortés era un humano y no una deidad.
Moctezuma se subió la camisa, y mostrando su abdomen, dijo: "Soy mortal
como tú eres mortal". Tras este gesto, intercambiaron regalos. Antes
de conocer a Cortés, no obstante, Moctezuma había sacrificado a sus propios
mensajeros, los cuales habían hablado con los españoles porque "¡ellos
habían visto los dioses... ellos habían hablado con los dioses!".
Moctezuma
envió un grupo de nobles y otros agentes a su encuentro con Cortés en
Quauhtechcac. Estos emisarios llevaron diversas joyas de oro como regalo, lo
cual satisfizo en gran medida a los españoles. De acuerdo con el Códice Florentino, Lib. 12, f.6r.,
Moctezuma también ordenó a sus mensajeros llevar el penacho simbólico de Quetzalcóatl
de Tula a Cortés y colocarlo en su persona. A medida que las noticias sobre los
extranjeros llegaban a la capital, la sensación de temor de Moctezuma fue
incrementando, llegando a considerar la huida de la ciudad, aunque finalmente
se resignó a lo que el consideró el destino de su gente.
Cortés
continuó su marcha hacia Tenochtitlan. Antes de entrar en la ciudad, el 8
de noviembre de 1519, Cortés y sus tropas se prepararon para la
batalla, usando armaduras tanto ellos mismos como sus monturas, y organizándose
en un orden militar. Cuatro caballeros marchaban al frente de la expedición.
Tras estos, cinco contingentes más: soldados a pie con espadas de hierro y
escudos de cuero o madera; caballeros con coraza armados con lanzas de hierro,
espadas y escudos de madera; arqueros; más caballeros; y más soldados armados
con arcabuces; por último, nativos de tlaxcaltecas, Tliliuhquitepec y Huejotzingo.
Los soldados indígenas vestían armaduras de algodón y estaban armados
con escudos y arcos. Muchos de ellos llevaban provisiones en cestas o paquetes
mientras que otros escoltaban los cañones en carros de madera.
El
ejército de Cortés entró en la ciudad a través del paso elevado cubierto de
flores (Iztapalapa) asociado con el dios Quetzalcóatl. Cortés fue recibido
amistosamente por Moctezuma, el cual le dijo "Has venido para ocupar tu
trono". La prisionera Malinalli Tenépal, también conocida como La
Malinche, ejerció como traductora del Náhuatl al maya chontal, y
el español Gerónimo de Aguilar tradujo de maya chontal a español.
Más tarde,
Moctezuma fue tomado como rehén como medida de seguridad por los españoles, muy
superiores en número. De acuerdo a los testigos, Moctezuma se negó inicialmente
a abandonar su palacio, pero tras una serie de amenazas y discusiones con los
capitanes españoles, accedió a trasladarse al palacio Axayácatl junto a su
comitiva. El primer capitán asignado para su vigilancia no fue otro que Pedro
de Alvarado. Otros señores Mexica también fueron detenidos por los españoles.
El palacio fue rodeado por más de cien soldados españoles para prevenir
cualquier intento de rescate del emperador Huey Tlatoani.
Se desconoce por qué Moctezuma cooperó tan fácilmente con los españoles. Es
posible que temiera perder su vida o su poder político, aunque también podría
haber sido un movimiento estratégico, con el fin de recabar más información
sobre los españoles o esperar al cambio de estación para atacar. Sin embargo,
no llevó a cabo ninguna de estas acciones incluso a pesar de los consejos de
altos líderes militares como su hermano Cuitláhuac y su sobrino Cacamatzin.
Con Moctezuma cautivo, Cortés no necesitó preocuparse por ataques o falta de
suministros. Asimismo, asumió que podría controlar a los mexicas a través de
Moctezuma. No obstante, Cortés desconocía los sistemas de gobierno de los
mexicas; Moctezuma no era todopoderoso, como imaginaba Cortés. El acceso al
trono y su mantenimiento dependían de la habilidad para gobernar, pudiendo ser
reemplazado fácilmente por otro noble si fallaba. Al primer signo de debilidad,
los nobles mexicas tenían la responsabilidad de rebelarse. A medida que
Moctezuma cumplía las demandas de Cortés, como reunir tributos para los
españoles, su autoridad iba disminuyendo, y su gente comenzaba a volverse en su
contra rápidamente.
Cortés y su ejército recibieron permiso para permanecer en el Palacio de Axayácatl,
y las tensiones continuaron creciendo. Mientras los españoles estaban en
Tenochtitlan. El Gobernador Velázquez, la mayor autoridad española en las Américas,
reunió una fuerza de 19 barcos, más de 800 soldados, 20 cañones, 80 caballeros,
120 arqueros y 80 arcabuceros bajo el mando de Pánfilo de Narváez para
capturar a Cortés y llevarlo de vuelta a Cuba. Velázquez sentía que Cortés
había excedido su autoridad, y había sido advertido de la mala conducta de
Cortés durante aproximadamente un año. Sin embargo, había esperado la aparición
de vientos favorables, y no pudo enviar ningún contingente hasta primavera. Las
tropas de Narváez tomaron tierra en San Juan de Ulúa, en la costa
mexicana, alrededor del 20 de abril de 1520.
Después de
que Cortés advirtiera su llegada, este reunió un pequeño contingente de
alrededor de 300 hombres al campamento de Narváez en Cempohuallan el 27 de
mayo. Cortés atacó el asentamiento en plena noche, tomando a Narváez como rehén
y logrando su rendición. Hay evidencias que sugieren que ambos estaban inmersos
en negociaciones en aquel entonces, y que Narváez no esperaba un ataque.
Asimismo, Cortés también había dividido las fuerzas de Narváez con promesas de
vastas riquezas en Tenochtitlan, acelerando así la rendición. Narváez fue preso
en Veracruz, y su ejército se fusionó con el de Cortés.
Los
españoles tomaron control de todos los pueblos y ciudades en las orillas del
lago, bloquearon las salidas de la ciudad y cortaron el acueducto que traía
agua a la ciudad. Mandaron una flota de 12 bergantines con un cañón cada uno y
miles de balsas indígenas que arrasaron la flota mexica. Cortés esperaba la
rendición rápida de la ciudad, pero dentro de esta Cuauhtémoc ejecutó a todos
los nobles que apoyaban el negociar con los españoles. Los mexicas se
atrincheraron en la ciudad bloqueando el puerto y los puentes. Cuando vino el
ataque español por tierra y agua los mexicas lucharon casa por casa defendiendo
su ciudad. El combate se convirtió en una batalla urbana.
Cuando las
fuerzas españolas entraron en la ciudad, prácticamente cada azotea era una
fortaleza enemiga. Una vez más, los mexicas adoptaron nuevas tácticas, y en
esta ocasión atacaron a los españoles desde sus propios edificios. Esto retuvo
a los asaltantes durante un tiempo, pero no impidió su avance por la ciudad,
los españoles empezaron a lanzar ataques con el fin de quemar las casas para
luego retirarse dejando el camino limpio para cuando volvieran. A principios de
agosto, la mayoría de la población se había retirado a Tlatelolco. Cortés
envió emisarios indígenas de una ciudad azteca conquistada con el fin de
convencer a los tlatelolcas para que se unieran a su lado y entregar a los
refugiados, pero los tlatelolcas se mantuvieron leales a los mexicas.
Los
mexicas se enfrentaron a otro gran problema cuando la gente de Tetzcoco,
todavía leales, cayó en manos españolas. Durante cuatro días, los ejércitos de
Alvarado, Olid y Sandoval asediaron el mercado de Tlatelolco. Finalmente,
controlaron alrededor del 90 por ciento de la ciudad.
Durante
todos sus enfrentamientos, los mexicas continuaron la práctica de ceremonias
tradicionales, tras algunos contrataques los aztecas capturaron algunos
enemigos que se convirtieron en los últimos sacrificios humanos que hicieron.
Aun así, los mexicas no podían luchar mucho más, su situación era desesperada,
ya no tenían agua ni alimentos, empezaron a morir de hambre y sed, llegaron a
beber el agua salobre del lago y a romper los ladrillos de barro para comer las
raíces que tenían. Tras consultar con los nobles supervivientes, Cuauhtémoc
inició las negociaciones con los españoles.
Rendición de Cuauhtémoc |
Los
mexicas se rindieron el 13 de agosto de 1521. Supuestamente,
Cortés demandó el oro perdido durante La Noche Triste poco
después. Cuauhtémoc fue tomado como rehén y posteriormente ejecutado.
Los
mexicas huyeron de la ciudad ya que las fuerzas españolas continuaron los
ataques incluso después de la rendición, masacrando a miles de habitantes y
saqueando la ciudad. Dado que esta no era una práctica habitual en las guerras
europeas, esto hace suponer que los aliados indígenas de Cortés tenían más
influencia sobre él de la que él mismo suponía. Los supervivientes abandonaron
la ciudad en los siguientes tres días. Casi toda la nobleza estaba muerta, y
los supervivientes restantes eran en su mayoría niños muy jóvenes. Se estima
que 240,000 mexicas murieron durante el asedio, que duró ochenta días, por su
parte Cortés cifra las muertes en 67,000 por combate y 50,000 de hambre. En las
fuerzas españolas, sobrevivieron 900 soldados, 80 caballos, 16 piezas de
artillería y 13 bergantines.
Es comúnmente aceptado que los
aliados indígenas de Cortés, que podrían haber sumado hasta 200,000, fueron los
principales responsables del éxito, aunque su ayuda pasó virtualmente
inadvertida y, aparte de librarse de los mexicas, obtuvieron pocos beneficios.
Dado que varios grupos grandes se contaban entre los aliados, ninguno en
particular fue capaz de alzarse con el poder, algo de lo cual se benefició
Cortés.
Fuente: Diversos materiales del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
La derrota mexicana a manos de
los invasores (que no conquistadores) españoles y de sus aliados marcó un
evento traumático y que cambió radicalmente la situación en el nuevo orden que iniciaría
en ese momento. El orden y la
estructura desaparecieron, la religión, la sociedad, el orden y la
política, la religión, la medicina, la
arquitectura, la alimentación, Todo lo
que implica crear una nueva sociedad.
Se dice que los europeos trajeron un nuevo orden, un nuevo modelo; que la población del antiguo México
cambiaría para bien. Pero esto no
sucedió y lo que surgió fue un amasijo de lo peor de España y lo que dejaron de
las naciones mesoamericanas en el territorio que incluía el Imperio.
La cuestión es que se puede
renegar de la situación, pero la
realidad es la realidad y esto pasó en el S XVI y cinco siglos después hay
reminiscencias de esa desventurada situación.
Evidentemente soy
proMexica, por origen tengo sangre
otomí y chichimeca más los genes europeos que me hayan tocado en suerte; pero pondero y valoro la parte
indígena; habrá quien me diga que estoy
equivocado; debo aceptar la
discrepancia, pero soy Mexicano
indígena. Leo y no olvido mis orígenes
y comparto con quien escuche mi visión;
me apego a mi herencia. No puedo
hacer más.
No se trata de ser patriotero o chovinista, si no de valorar lo que fuimos y lo que somos, esperando que seremos mejores por nosotros y por nuestros hijos.
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