Fusilamiento de los Insurgentes Ignacio Allende y Juan Aldama



Tanto don Ignacio Allende como don Juan Aldama, nacieron en San Miguel el Grande, Guanajuato.

Ambos siguieron la carrera de las armas y pertenecieron al Regimiento de la Reina.
Tanto Allende como Aldama participaron en las conspiraciones de Valladolid y de Querétaro.

Allende relataría la reunión que don Miguel Hidalgo y Costilla habría tenido con su amigo, el intendente de Guanajuato, Juan Antonio de Riaño y con el sacerdote Manuel Abad y Queipo, en enero de 1810 en Guanajuato. Riaño y Queipo deseaban que Hidalgo fuese a España a las próximas cortes. Hidalgo recibió una carta de Riaño en la cual el intendente 'le sugería practicase sus diligencias en San Miguel el Grande, a fin de que fuese en la lista de los propuestos para entrar en el sorteo del que se había de nombrar el apoderado por la Provincia para ir a las Cortes'. Hidalgo le enseñó a Allende la carta y éste se la llevó al licenciado Ignacio Aldama, quien intentó convencer a otro regidor sanmiguelense de apoyar a Hidalgo, pero para entonces ya era tarde, pues el ayuntamiento de San Miguel había escogido ya a otras personas.

Hidalgo deseaba ir a España como diputado a cortes y Allende lo apoyaba. ¿Cómo entonces pensar que el organizador de la conspiración era el padre Hidalgo? Por otra parte, don Miguel nunca aceptó ser el iniciador de la conjura ni de haber actuado como jefe de la misma. En su prisión de Chihuahua, Hidalgo declaró que 'a diferencia de Allende que siempre estaba propenso a hacerlo', él no había pensado en entrar en proyecto alguno de independencia. Sólo se decidió a participar cuando Ignacio logró convencerlo de que contaba con gran número de gente de la región.

En realidad, la jefatura de Hidalgo fue resultado de una propuesta de Felipe González, conspirador de la Junta Secreta de San Miguel, quien opinó que el proyecto sería objetado si parecía contrario al juramento de fidelidad prestado al rey, irreligioso e ilícito. Le parecía oportuno 'que sonase el pronunciamiento y llevase la voz en público, un eclesiástico de luces, probidad y reputación con la que se lograría una empresa que se patrocinaba y ejecutaba por uno de sus ministros. Fue Allende quien propuso a Hidalgo para dar la voz de insurrección, explicando que ninguno le parecía más a propósito para tal fin pues su carácter sacerdotal reunía 'el de cura párroco, el concepto de sabio, el contar con buenas relaciones en Guanajuato y Valladolid'. Allende se ofreció para ir al día siguiente a Dolores a proponerle a Hidalgo que apareciera como cabeza del movimiento. Ignacio dijo a aquellos que preferían su jefatura que no había querido ni el cargo de regidor en San Miguel 'por no tener talentos para gobernar'.

Eric van Young ha encontrado en diversos lugares del territorio novohispano, testimonios de que entre 1810 y 1811 en los pueblos se esperaba a Allende. Este historiador apunta que 'Ignacio Allende era una figura mesiánica mucho más ampliamente venerada que los curas rebeldes o al menos se hablaba mucho sobre él.'

En varios documentos se relaciona a Allende con el deseado rey Fernando VII. 'Entre los indios de los pueblos y muchos otros insurgentes, ―señala Van Young―, era general la idea de que Allende era el jefe más importante de las fuerzas rebeldes, aun durante el apogeo del poder de Hidalgo.'

En 1811 un magistrado indígena del distrito de Chalco opinaba que 'ojalá viniera Allende, para irse con él aunque perdiera su casa'. En Texcoco aguardaban a un emisario de Allende, no de Hidalgo, en varias ocasiones se referían al 'ejército de Allende', no de Hidalgo. En el medio rural, dice Van Young, Allende era visto como un vengador que mataba a los gachupines, pugnaba por la igualdad social, abolía los tributos, fijaba precios justos, y repartía tierras.

La insurrección se proyectó para iniciarse el 29 de septiembre de 1810, fiesta del Arcángel San Miguel, patrono de la villa sanmiguelense. Un mozo, José Anacleto Moreno, 'Cleto', fue apresado días antes del 16 de septiembre en la intendencia de San Luis Potosí; él declaró que había sido enviado a reunir algunos amigos el 28 de septiembre de 1810 en la Hacienda de Santa Bárbara, cercana a Dolores, para concurrir el 29 a San Miguel. La señal para iniciar el levantamiento sería una bomba o cohete a eso de las 8:30 de la noche.

Fray Francisco de Salazar, compañero del licenciado Ignacio Aldama en su viaje a San Antonio Béxar, Texas, confirmaría lo anterior: el plan de insurrección se 'desconchabó' con la denuncia hecha en Guanajuato por un conspirador. Se tuvo que adelantar el levantamiento que se iba a efectuar el 29 de septiembre 'por gentes que tenía México para prender al Excelentísimo Señor Virrey, que entre esas gentes decían estar de acuerdo la nobleza y demás principales de México'. La delación originó que la insurrección fuera iniciada en Dolores y no en San Miguel.

Ciertamente alguna vinculación había entre los conjurados de la provincia con otros de la ciudad de México. Allende lo atestigua en su causa cuando insiste que había un 'Plan de México', que tanto él como Hidalgo estaban pendientes de dicho plan y para ello Allende había apalabrado gente en San Miguel y Querétaro con el único propósito de ayudar a los conspiradores de México.21 El padre Hidalgo declaró en 1811 que Allende le había informado que 'el Marqués de Rayas y un Fagoaga pensaban en cierto modo análogo al suyo'.



En resumen, se podría pensar que lo sucedido el domingo 16 de septiembre en Dolores fue por accidente. Que la red de conspiradores era extensa. Y que 'el primer movedor de la revolución' fue Allende, como lo llamó el fiscal de Chihuahua en 1811.

Los dos estaban al tanto de que el levantamiento insurgente se llevaría a cabo el 1º de octubre de 1810.

Mientras llegaba la fecha del levantamiento, Allende se hacía cargo de los detalles revolucionarios y Aldama de reclutar gente para la misma. Sin noticias de Querétaro, Hidalgo y Allende se pasaron, en Dolores, la noche del 14 y el día del 15 de septiembre sin poder determinar el camino a seguir.

Juan Aldama recibió en San Miguel el Grande, el parte enviado por doña Josefa Ortiz de Domínguez, Corregidora de Querétaro, con el alcaide Ignacio Pérez, en el cual se daba aviso de que la conspiración había sido descubierta.



De inmediato Aldama se dirigió a Dolores al encuentro de Allende y en consecuencia, de Hidalgo, quienes al conocer los acontecimientos de Querétaro, hicieron exclamar a Hidalgo: "Somos perdidos, señores, aquí no hay más recurso que ir a coger gachupines".
Allende no se opuso a la determinación de Hidalgo y partió con el fin de levantar en armas a los soldados del regimiento de la Reina que se encontraban en Dolores.

En Celaya, el ejército insurgente ya contaba con aproximadamente, 40 mil hombres, a los que Allende trataba de darles un poco de orden.

Allende procuró que el desorden y desmoralización presentados por el grueso del ejército, no contaminara a los soldados de carrera, integrados a dicho ejército.

Rumbo a la ciudad de México, se detuvieron en Acámbaro, donde Hidalgo fue nombrado Generalísimo, Allende Capitán General y Aldama, Teniente General.

En la acción victoriosa del Monte de las Cruces, participaron tanto Allende como Aldama y ambos sostuvieron, ante las objeciones de Hidalgo, la conveniencia de ocupar la ciudad de México, prevaleciendo la opinión del Padre de la Patria.

Al parecer, esta decisión desmoralizó a la tropa insurgente integrado por cerca de cien mil hombres, viéndose reducido en más de la mitad, a los pocos días.

Reducidas sus fuerzas y mal armados, los insurgentes tuvieron que enfrentar en Aculco, al bien pertrechado y disciplinado ejército realista, comandado por Félix María Calleja.

En este combate también participaron Allende y Aldama, pero en esta ocasión, la victoria fue de los realistas, primer revés, que a partir de entonces, acompañaría a los iniciadores del movimiento independentista.

Las medidas tomadas por Allende en Guanajuato fueron en previsión al próximo e inminente ataque de Calleja.

El mando directo de la defensa de Guanajuato estuvo a cargo de don Mariano Jiménez quien avisó a Allende de que la ciudad estaba perdida.

Allende ordenó salir de la plaza sin ser perseguido por Calleja y mientras éste se daba un respiro en la Valenciana, sin entrar a la ciudad, se llevó a efecto una sangrienta matanza de españoles por el populacho.

La reacción de Calleja no se hizo esperar y entrando a la ciudad de Guanajuato a la mañana siguiente, se dispuso a llevar a cabo numerosas ejecuciones que continuaron en los días subsiguientes.

Allende se dirigió hacia Valladolid, uniéndose a Hidalgo, aunque las relaciones entre ambos seguían tensas por la oposición del primero a las matanzas de españoles.

Otra de las diferencias que se dieron entre Allende e Hidalgo fue con relación a la organización de la campaña para batir a Calleja, pues mientras:
· Hidalgo se inclinaba por una batalla campal.
· Allende opinaba, que dadas las circunstancias y momento lo mejor era la retirada.
La opinión de Hidalgo fue la que predominó.

A partir de este momento, Allende dedicó su atención a los asuntos meramente militares, entre ellos:
· Restituir la artillería.
· Organizar el ejército, que nuevamente era numeroso, etc.
Los insurgentes tomaron posiciones en el Puente de Calderón, al mando de don Ignacio Allende, apoyado por don Juan Aldama y don Mariano Abasolo.

Calleja estuvo a punto de ser derrotado en esta acción, pero su pericia militar y el incendio de una carreta de parque en el campo insurgente, que causó gran descontrol, trocó la victoria de los independentistas en desastre.

Los resultados de las últimas campañas insurgentes no eran satisfactorias, motivo por el cual los jefes insurgentes se reunieron en la Hacienda del Pabellón.

Allende, Aldama, Joaquín Arias y José Mariano Jiménez, determinaron relevar del cargo de Generalísimo, a don Miguel Hidalgo.

Hidalgo se vio precisado a renunciar verbalmente, sin que ello significara que abandonara la lucha y Allende asumió el mando del movimiento.

Continuar la retirada fue la primera disposición de Allende.

Dispuestos a conseguir recursos, los jefes insurgentes acordaron dirigirse hacia los Estados Unidos, siendo precedidos, con el carácter de embajador por don Ignacio Aldama, hermano de don Juan.

La traición acechaba y pronto Ignacio Elizondo los haría prisioneros en Acatita de Baján y al parecer, el único que repelió la agresión fue don Ignacio Allende, quien finalmente quedó desarmado y lastimado.


Don Ignacio Allende hubo de sumar al dolor de la traición, la pena de perder a su hijo Indalecio durante la acción llevada a cabo por Elizondo.

En abril de 1811 habían llegado unos treinta prisioneros, cansados y adoloridos, después de una larga marcha procedentes de Monclova a la villa de Chihuahua. Durante el mes de mayo y parte de junio tuvieron lugar los interrogatorios para determinar el grado de su culpabilidad. Don Rafael Bracho, fiscal de las causas seguidas a los presos, después de oír las diversas respuestas y explicaciones de cada uno de los jefes insurgentes, había llegado a esta conclusión: 'el señor Allende fue el primero que pensó en semejante coligación…él había sido el caudillo principalísimo aunque por accidente tuvo Hidalgo más mando desde que reventó el proyecto <...> el primer movedor de la revolución', era Ignacio Allende y no el padre Miguel Hidalgo y Costilla.

Miguel Hidalgo declaró que él no había pensado en proyecto alguno de independencia, difiere de Ignacio de Allende que siempre estaba propenso a hacerlo. Solo decidió tomar parte del movimiento cuando Allende logró convencerlo de que contaba con suficiente apoyo en la región. No sorprende que en varios pueblos y ciudades a quien se esperaba era a Allende y no a Hidalgo. Allende fue el iniciador e Hidalgo fue el escogido por la Junta Secreta de San Miguel el Grande para dar la voz de insurrección.

Juntos, también en el infortunio, Allende y Aldama fueron conducidos a Monclova y luego a Chihuahua, donde se dio inicio el proceso, el 6 de mayo de 1811.

Allende sabía que su vida estaba destinada a una pronta ejecución y evitó, durante el proceso, hacer declaraciones que pudieran perjudicar más a sus compañeros.

El hecho de ser militar y haberse sublevado, era suficiente para que Aldama obtuviera por condena, la pena de muerte, teniendo por antecedente una notificación que le puso precio a su cabeza: diez mil pesos.

Amanecía en la villa de San Felipe el Real de Chihuahua, sede de la Comandancia de Provincias Internas. La luz del sol se hacía presente detrás de la cadena de montañas que rodeaban la población. No muy lejos de la parroquia, de bella construcción barroca, se levantaba el ex colegio jesuita de Nuestra Señora de Loreto; para 1811, convertido ya en Real Hospital Militar.

Además de hospital, el ex colegio jesuita se había transformado en prisión. En sus cuartos se encontraban presos los principales caudillos de la insurrección iniciada un domingo 16 de septiembre en Dolores, pueblo de la Intendencia de Guanajuato.

Se oían ruidos de pisadas fuertes y sonoras en el patio del colegio, producidas por los soldados que cuidaban a los prisioneros. En el cuarto número 2, un oficial demacrado llamado Ignacio de Allende esperaba sereno la muerte. El 26 de junio de 1811 era el día señalado para ejecutar la sentencia: un pelotón de fusilamiento acabaría con su vida y la de sus compañeros José Mariano Jiménez, Juan Aldama y Manuel Santa María.

La noche anterior, Ignacio de Allende se había reunido con sus compañeros y preparado para morir. Juntos habían rezado con devoción y se habían confesado; resignados, humildes y serenos, esperaban la hora en que deberían ser conducidos al último suplicio. Murieron cristianamente.

Las cabezas de Allende, de Aldama y de Jiménez hubieron de esperar el fusilamiento de don Miguel Hidalgo, para que, junto con la del Padre de la Patria, fueran trasladadas a Guanajuato y colgarlas en sendas jaulas en los ángulos de la Alhóndiga de Granaditas.

Los trofeos craneales de los realistas, permanecieron en la Alhóndiga por espacio de casi 10 años, hasta que en marzo de 1821 son bajados y reintegrados a sus cuerpos.

En 1822, los restos mortales de los héroes de la independencia fueron depositados en la Catedral de la ciudad de México.

Reconocido Allende por el propio Hidalgo como el promotor de la conspiración y el organizador del ejército insurgente, el pueblo de México le ha dado un lugar, a partir del 16 de septiembre de 1925, en la Columna de la Independencia.

San Miguel el Grande, Gto., donde nacieran tanto Allende como Aldama, actualmente se denomina San Miguel de Allende, en honor al primero.

La ciudad guanajuatense León de los Aldama, lleva ese nombre en reconocimiento a don Juan Aldama, a su hermano Ignacio y a sus tíos Mariano y Antonio, de los mismos apellidos, héroes de la independencia de México.

COMENTARIOS

Algunas de las desgracias para los Insurgentes,  que dada la premura y las condiciones de la rebelión contribuyeron a los errores, equívocos y desventuras del ejército insurgente.  Otro aspecto es la razón de haber nombrado a Hidalgo como el líder del movimiento y que se arrogara todas las decisiones del movimiento,  incluidas las militares,  esto motivó disgustos y diferencias entre la plana mayor del movimiento,  pero no se actuó en tiempo y forma.
Una de las situaciones que revelan la condición de Hidalgo es la no toma de la Ciudad de México después del triunfo en la batalla del Monte de las Cruces,  porque “el ejército insurgente se podría descontrolar y asesinaran a los españoles”  que encontraran y, como en la ciudad había un cierto número de familiares de Hidalgo,  pensó que debía protegerlos.   Sin embargo el control militar era de Allende y esta acción seguramente habría acelerado la separación de la Nueva España del dominio español.


Allende y Aldama,  como los Insurgentes más reconocidos son los contemplados en las efemérides,   pero hay un gran número de personajes secundarios igualmente importantes que, o desconocemos o ignoramos o no parecen relevantes;  a la vez que los personajes del pueblo simple y llano que,  finalmente, posibilitaron el resultado final.
Por otra parte,  no se ha reconocido el valor histórico de Ignacio Allende en el movimiento dada la mención reiterada del carácter más citado de Hidalgo;   sin embargo considero que Allende, Morelos y Guerrero tienen la preponderancia en esta Revolución de Independencia.  
Habrá quien diga que hay poblaciones (San Miguel de Allende), estaciones de metro (Allende, línea 2) y muchas calles en ciudades y pueblos que recuerdan a este Capitán General,  sin asignarle el papel relevante que desempeñó.














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