Pancho Villa
(José Doroteo Arango Arámbula, también llamado
Francisco Villa; San Juan del Río, Durango, 1878 - Parral, Chihuahua, 1923).
Revolucionario mexicano que
lideró, junto con Emiliano Zapata, el sector agrarista de la Revolución
mexicana. Campesino pobre, huérfano y con escasa formación, cuando estalló la
Revolución de 1910 llevaba muchos años fugitivo en las montañas a causa de un
asesinato; dedicado al bandolerismo, gozaba de admiración y popularidad entre
los campesinos por sus acciones contra los hacendados ricos.
Pancho Villa secundó de inmediato los planteamientos de Francisco I.
Madero, que en su Plan de San Luis llamó a alzarse en armas, el 20 de noviembre
de 1910, contra el régimen de Porfirio Díaz, prometiendo a los campesinos la
devolución de las tierras injustamente arrebatadas durante la prolongada
dictadura porfirista (1876-1911), que había reprimido duramente toda oposición
política. Apodado el Centauro del Norte por sus
correligionarios, Pancho Villa contribuyó con su ejército al rápido triunfo de
la Revolución, que en apenas seis meses logró expulsar del poder y del país a
Porfirio Díaz (1911).
Pancho Villa
Pese a la tibieza de sus reformas, Pancho Villa apoyó la presidencia
progresista de Madero (1911-1913) y combatió luego la dictadura
contrarrevolucionaria de Victoriano Huerta (1913-1914), al que logró derrocar
en colaboración con Emiliano Zapata y con el líder constitucionalista
Venustiano Carranza. Pero después de la victoria de esta segunda revolución,
Villa y Zapata se sintieron defraudados por Carranza, y volvieron a tomar las
armas, ahora contra él. Esta vez la suerte militar no estuvo de su parte: en
1915 el general carrancista Álvaro Obregón derrotó a los villistas, afianzando
a Venustiano Carranza en la presidencia (1915-1920).
Perdido desde entonces su poder político y militar, Villa fue asesinado
en 1923; la misma suerte había corrido, cuatro años antes, Emiliano Zapata.
Pese a la justicia de sus reivindicaciones (se calcula que, en 1910, un millar
de terratenientes daba empleo a tres millones de campesinos sin tierras), ni
siquiera sus ideales sobrevivieron a su fracaso. Los sucesivos presidentes se
reclamaron herederos de la Revolución, pero Venustiano Carranza y sus
inmediatos sucesores (Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, que dominaría la
escena política hasta 1936) se limitaron a domesticarla, sin llegar nunca a
emprender una verdadera reforma agraria.
Semblanza
Doroteo Arango (Pancho Villa)
nació en la hacienda de Río Grande, perteneciente al pueblo de San Juan del
Río, en el estado de Durango, el 5 de junio de 1878. Su padre, Agustín Arango, murió pronto, y la
herencia que recibió su hijo Doroteo consistió en ser el responsable de su
familia, compuesta por su madre y cuatro hermanos, dos varones y dos niñas.
Desde niño tuvo que trabajar duro; jamás fue a la escuela y nunca nadie se
ocupó de educarlo.
A los dieciséis años mató a un hombre. Todas las versiones sobre el caso
coinciden en tres puntos: por una parte, en que el muerto era un personaje de relevancia;
por otra, en que había intentado forzar a una de las hermanas Arango;
finalmente, en que Doroteo escapó y se refugió en el monte a resultas de este
hecho.
A partir de estas coincidencias, la leyenda empieza a actuar: el muerto
podía haber sido un funcionario gubernamental, un hacendado, un capataz o el
propietario de unas tierras que los Arango trabajaban como medieros; Doroteo
llegó a tiempo para ver el asalto contra su hermana, fue a buscar un arma y
disparó antes de que se consumara la violación, o bien ésta se consumó y al
muchacho no le quedó otro remedio que vengarse.
Pancho Villa
El hecho de haber cometido un asesinato no ponía fuera de la ley por
mucho tiempo a un mexicano de 1894, aunque el matador fuera un
"pelado" y la víctima un personaje relevante. Pero la vida en las
montañas tampoco era fácil y había que robar para sobrevivir. Y ese delito se
perseguía con dureza, sobre todo cuando un antiguo peón tenía la osadía de
robar ganado a los hacendados ricos.
Doroteo Arango, a cuya cabeza se había puesto precio, cambió de nombre y
adoptó el de Pancho Villa, un nombre como cualquier otro pero con alguna
peculiaridad, pues, si bien hay muchos Panchos en México, el apellido era el
que debería haberle correspondido si su abuelo Jesús Villa hubiera reconocido
como legítimo a Agustín, su padre. Acababa de nacer Pancho Villa, un hombre con
una legitimidad recuperada por la fuerza, que rápidamente se convirtió en un
bandido generoso, en una especie de Robin Hood mexicano. Era el "amigo de
los pobres", como relata John Reed en su libro México insurgente; sus hazañas se difundían oralmente
con rapidez y se convertían en letras de los corridos que se cantaban en las
haciendas, las plazas y las cantinas.
Así las cosas, se le atribuían todo tipo de gestas o de delitos, según
la óptica de cada cual, independientemente de su simultaneidad en el tiempo o
de su distancia en el espacio. Hacia 1900 se estableció en el estado de
Chihuahua, donde terratenientes y empresarios, al amparo de inicuas leyes,
incrementaban sus grandes propiedades con nuevas y mejores tierras.
La Revolución Mexicana
En el arranque de la Revolución mexicana confluyeron las diversas
fuerzas que había concitado en su contra la férrea dictadura de Porfirio Díaz,
particularmente favorable a la oligarquía agraria, los privilegios de la
Iglesia (interrumpida la dinámica reformista que había ensayado Benito Juárez)
y las inversiones extranjeras.
El frente de oposición político centraba sus ataques contra la reelección
presidencial. En 1910, Francisco I.
Madero presentó su candidatura a la presidencia de la República frente a
Díaz, que mediante sucesivas parodias electorales se había hecho reelegir
durante décadas. Díaz impidió por la fuerza el triunfo de Madero, pero no pudo
evitar la propagación de las ideas del Plan de San Luis, el difuso programa
político que lanzó Madero al verse forzado al exilio, cuyo tercer punto
prometía a los campesinos la restitución de las tierras arbitrariamente
arrebatadas durante el Porfiriato.
El Plan de San Luis incluía asimismo un llamamiento a alzarse en armas
contra el dictador el 20 de noviembre de 1910. La presión a la que estaba
sometida la sociedad mexicana estalló y se generalizaron los alzamientos.
Madero, pese a sus vacilaciones, se convirtió en el aglutinador de la rebelión,
y uno de sus hombres de confianza, Abraham González, invitó a sumarse a la
rebelión a Pancho Villa, el "amigo de los pobres", de esos pobres que
se habían levantado.
Al frente de sus tropas en Ojinaga, en los inicios de la Revolución (1911)
Enseguida Pancho Villa se unió a Madero en su lucha contra la dictadura
de Porfirio Díaz, y demostró una habilidad innata para la guerra. Aprovechando
su conocimiento del terreno y de los campesinos, formó su propio ejército en el
norte de México. Casi dos décadas en las montañas, burlando a todos los que le
perseguían y desconfiando de aquellos que podían traicionarlo, fueron su
escuela guerrillera. Para unos, Pancho Villa apoyó la causa revolucionaria para
que quedaran olvidados sus delitos; para otros, lo hizo porque no podía dejar
de luchar junto a los suyos. El hecho es que, después de todos esos años de
bandolerismo, la fortuna de Villa ascendía a poco más de 350 pesos; mucho más
valor tenían su carisma y su poder de convocatoria.
Las fuerzas de Villa contribuyeron al rápido triunfo del movimiento
revolucionario. En solamente seis meses, pese a algunos fracasos iniciales, fue
reducido el ejército del viejo dictador, que tras la decisiva toma de Ciudad
Juárez hubo de renunciar a la presidencia y partir al exilio. Villa viajó a la
capital con Madero, convertido ya en presidente efectivo (1911-1913). En Ciudad
de México, con la esperanza de que se convirtiera en el respetable ciudadano
Francisco Villa, Pancho Villa fue nombrado general honorario de la nueva fuerza
de rurales.
La rebelión de Orozco
Sin embargo, la situación no estaba ni mucho menos consolidada. Al temor
de una contrarrevolución conservadora había que sumar las exigencias de otros
revolucionarios agraristas que habían apoyado a Madero: Emiliano Zapata, líder
de la rebelión en el sur, y Pascual Orozco, protagonista con Pancho Villa de la
toma de Ciudad Juárez. Frente a la prudencia y moderación reformista de Madero,
ambos exigían la inmediata ejecución de la reforma agraria prometida en el Plan
de San Luis.
Ante la ausencia de avances reales, Zapata desconoció la autoridad de
Madero, al que tachó de traidor (noviembre de 1911). Lo mismo hizo Pascual
Orozco: acusando a Madero de incumplir el Plan de San Luis, encabezó una
sublevación en marzo de 1912. Pese a haber liderado también a los campesinos,
Pancho Villa se mantuvo fiel al presidente. Pero el ingenuo Madero cometió el
error de confiar a Victoriano Huerta, general del viejo ejército porfirista y uno
de los personajes más siniestros de la historia mexicana, el mando de las
tropas que debían sofocar la rebelión de Orozco.
El
alzamiento de Pascual Orozco se había producido
en la zona de la que eran originarios tanto Orozco como Villa, por lo que Huerta
no dudó en sumar las huestes de Pancho Villa a su ejército. Victoriano Huerta
puso a Villa al frente de las fuerzas avanzadas, compuestas por maderistas, en
tanto que él mismo, al frente de los federales, se mantenía en la retaguardia.
Villa, que comandaba la guarnición de Parral, derrotó a Pascual Orozco en
Rellano, con una fuerza inferior en número y en la única batalla decisiva
librada entre maderistas y orozquistas.
Villa con sus compañeros de armas
Pero Victoriano Huerta no estaba tan seguro de poder convertir a Villa
en lo que él entendía por respetable ciudadano, máxime después de esa victoria
sobre Orozco; sospechaba que Villa estaba de algún modo implicado en la
rebelión de Orozco en defensa de las aspiraciones sociales del campesinado, que
Madero había postergado. Huerta acusó a Villa de insubordinación por no haber
obedecido una orden suya y lo hizo comparecer ante un consejo de guerra, el
cual decidió en quince minutos que debía ser fusilado. Algunas versiones
aseguran que tal orden especificaba que Villa debía devolver a su legítimo
propietario, un personaje local, un caballo pura sangre del que se había
adueñado, mientras que otras hablan vagamente de una orden transmitida por
telégrafo y que Villa negó haber recibido.
La intervención de Gustavo Adolfo Madero, hermano del presidente y
miembro del estado mayor de Huerta, impidió que la sentencia se cumpliera, pero
Villa fue internado en la prisión de la capital. Aprovechó la ocasión para
aprender a leer y escribir y en noviembre de 1912 protagonizó una fuga
sospechosa: por una parte, Huerta se mostraba cada vez más poderoso y, por
otra, sectores opuestos a este general reclamaban una investigación sobre el
consejo de guerra a Villa; en estas condiciones, nada podía ser menos conflictivo
que la salida del escenario de Villa, el cual, sin ningún tipo de problemas, se
refugió en la población estadounidense de El Paso.
Gobernador
de Chihuahua
En aquel fuego cruzado entre reaccionarios porfiristas y revolucionarios
agraristas, el gobierno de Madero parecía destinado a sucumbir. Y cayó de la
mano de un personaje de mezquina doblez: su hombre de confianza, el
general Victoriano
Huerta. En febrero de 1913, con la connivencia de Estados
Unidos, Huerta depuso a Madero (al que mandó asesinar) y se hizo con el poder.
Pancho Villa, que siempre había sido fiel a Madero, regresó en abril a
territorio mexicano con cuatro acompañantes, tres caballos y un poco de azúcar,
sal y café. Al cabo de un mes ya había reunido a tres mil hombres, con los que inició
la lucha contra Victoriano Huerta; a lo largo de 1913 liberó el estado de
Chihuahua, al que seguiría luego todo el norte del país.
En su zona, Villa llevó a la práctica dos de sus ambiciosos proyectos:
la creación de escuelas (sólo en Chihuahua capital fundó más de cincuenta) y el
establecimiento de colonias militares. Consideraba que "los ejércitos son
los más grandes apoyos de la tiranía" y que los soldados debían trabajar
en colonias agrícolas o industriales tres días a la semana ("sólo el
trabajo duro produce buenos ciudadanos"); el resto del tiempo lo
dedicarían a la instrucción militar propia y a instruir a su vez a los
ciudadanos.
Pero esas primeras colonias no pudieron cuajar definitivamente porque la
lucha continuaba. Y continuaba también en el estado de Chihuahua, donde el
comercio languidecía por falta de dinero en circulación. Villa resolvió el
problema rápidamente: emitió su propia moneda, con la única garantía de su
firma. Nadie daba crédito a tal moneda hasta que Villa promulgó un decreto que
castigaba con dos meses de cárcel a todo aquel que no la aceptara.
El comercio se reavivó, pero la plata y el papel moneda oficial seguían
ocultos. Dos decretos consecutivos lograron hacer que afloraran los capitales.
Por el primero, se condenaba a prisión a quien hiciera circular otra moneda que
no fuera la villista; por el segundo, se fijó un día a partir del cual no se
cambiaría más plata acuñada ni moneda mexicana. Como la posición de Villa se
fortalecía en el terreno político y militar, el cambio se efectuó, su moneda
fue aceptada y Villa pudo comprar suministros con la moneda oficial que había
obtenido a cambio de la suya.
La alianza contra Huerta
Entretanto, la ignominiosa traición a Madero y la subsiguiente
instauración de una sangrienta dictadura contrarrevolucionaria había tenido la
virtud de unir a los revolucionarios contra el régimen de Victoriano Huerta
(1913-1914). Venustiano Carranza,
gobernador del estado de Coahuila, reclamó la legalidad a la muerte de Madero, se
autoproclamó "primer jefe del ejército constitucionalista" y pasó a
dirigir la que se conoce como revolución constitucionalista o etapa
constitucionalista del Revolución mexicana, cuyo primer objetivo era derrocar a
Huerta y restablecer la legalidad constitucional.
El líder constitucionalista disponía de su propio ejército, la potente
División del Nordeste, y de hombres de confianza que en la lucha se habían
revelado como competentes estrategas, como Álvaro Obregón. Carranza logró dar cierta cohesión a las
fuerzas que se oponían a Huerta al obtener la colaboración de Pancho Villa y
Emiliano Zapata. El otro gran líder agrarista de la Revolución, Emiliano Zapata, había
desarrollado un programa político coherente y un plan agrario sólido, y
comandaba un motivado ejército de campesinos. El programa de Pancho Villa era
menos hilvanado, pero tenía a su mando la División del Norte.
Si habían de producirse luchas internas en el sector revolucionario,
parecían más probables entre Villa y Carranza, pues los zapatistas, que contaban
con aportaciones anarquistas y comunistas, tenían su propio proyecto, bien
diferenciado del de los demás, así como su propia zona de operaciones al sur de
la capital. Aunque Villa acató la jefatura de Carranza, las sucesivas maniobras
del líder constitucionalista para encargarle a él y a su División del Norte las
misiones más peligrosas y para impedir que tomara las plazas estratégicas lo
llevaron a un progresivo distanciamiento.
Pancho Villa en una imagen tomada en 1914
Ello no impidió el triunfo revolucionario. Pancho Villa tomó Zacatecas
en junio de 1914, victoria decisiva que abría el camino a Ciudad de México;
Victoriano Huerta firmó la renuncia y partió al exilio. La toma de Zacatecas,
efectuada por Villa contrariando las órdenes de Carranza, que quería evitar que
Villa se acercase a la capital, tuvo como consecuencia serias fricciones entre
los dos dirigentes, resueltas con la firma del pacto de Torreón. Entre otras
cosas, se acordaba que Carranza, al asumir el poder, establecería un gobierno con
civiles tanto villistas como carrancistas y que ningún jefe podría ser
candidato a la presidencia. Ello obstaculizaba las ambiciones políticas de
Carranza.
El distanciamiento entre Carranza y Villa se hizo especialmente visible
cuando, en agosto de 1914, los constitucionalistas entraron en Ciudad de México
y el general carrancista Álvaro Obregón taponó la entrada de villistas y
zapatistas. Obregón, que intentó una aproximación entre Carranza y los
villistas, fue hecho prisionero por Villa, que llegó a condenarlo a muerte para
finalmente indultarlo.
La ruptura con Carranza
Para limar las asperezas se convocó en octubre de 1914 la Convención de
Aguascalientes, que no hizo sino poner de relieve las insalvables diferencias.
Carranza y su brazo derecho, Álvaro Obregón, representaban el
constitucionalismo moderado; Villa y Zapata, la revolución campesina y la
exigencia de una inmediata distribución de tierras. La Convención de
Aguascalientes tan sólo consolidó el acercamiento entre villistas y zapatistas;
se adoptó un programa político claramente zapatista, aunque dio el predominio
político y militar a Villa.
Ante la negativa de los líderes agraristas a disolver sus tropas y
reconocer su autoridad, Carranza optó por retirarse a Veracruz y establecer
allí su gobierno. En diciembre de 1914, habiendo dejado Carranza expedito el
camino hacia la capital, Villa y Zapata entraron en Ciudad de México al mando
de las tropas de la Convención, y confiaron la presidencia del gobierno
revolucionario a Eulalio Gutiérrez y luego a Roque González Garza. Pero tampoco
los intereses de Villa y Zapata podían concordar, y las fisuras se hicieron
patentes; Zapata regresó al sur, y Carranza pudo tomar la iniciativa.
Pancho Villa y Emiliano Zapata en el Palacio Presidencial (1914)
En enero de 1915, el general Álvaro Obregón ocupó la Altiplanicie
Meridional mexicana y dirigió sus fuerzas contra Villa. El
"perfumado", como llamaba Villa al hombre al que estuvo a punto de
fusilar, deseaba plantear batalla en el centro del país. El "reaccionario,
traidor y bandido", como llamaba Obregón a Villa, no quiso seguir los
consejos de replegarse hacia el norte, hacia su base natural, donde podía
reunir gran número de hombres y tener el terreno a su favor.
Villa confió excesivamente en las cualidades de sus "dorados"
y de su División del Norte, y, entre abril y julio de 1915, fue finalmente
derrotado en cuatro grandes batallas entre Celaya y León, batallas en las que
llegaron a enfrentarse hasta cuarenta mil hombres de cada uno de los bandos
contendientes. En la tercera, una granada
De general a guerrillero
En julio de 1915, un derrotado Pancho Villa tuvo que retirarse hacia el
norte, y su estrella empezó a declinar. Regresó a Chihuahua, pero ya no como
general en jefe de un poderoso ejército, sino a la cabeza de un grupo que
apenas contaba con mil hombres. En octubre de 1915, tras obtener el gobierno de
Carranza el reconocimiento de los Estados Unidos, Villa decidió jugar una carta
arriesgada: atacar intereses estadounidenses para mostrar que Carranza no
controlaba el país y enemistarle con el presidente norteamericano, Woodrow Wilson. Se trataba de provocar una intervención
norteamericana que obligara a Carranza, como representante del gobierno
mexicano, a pactar con los invasores, para poder así presentarse él mismo como
jefe máximo de la lucha patriótica y recuperar el terreno perdido.
El 10 de enero de 1916 los villistas pararon un tren, hicieron bajar a
los dieciocho viajeros extranjeros (quince de los cuales eran norteamericanos)
y los fusilaron. Como el incidente sólo dio lugar a protestas diplomáticas, el
9 de marzo una partida al mando del propio Villa se presentó a las cuatro de la
madrugada en la población estadounidense de Columbus, mató a tres soldados e
hirió a otros siete, además de a cinco civiles, y saqueó e incendió varios
establecimientos.
Esta vez sí se produjo la intervención, pero fue definida como
"punitiva", y en teoría quedaba restringida a capturar a los
rebeldes. Wilson envió un ejército bajo el mando del general Pershing al norte
de México para acabar con Pancho Villa; pero el conocimiento del terreno y la
cobertura que le daba la población campesina le permitirían sostenerse durante
cuatro años, a medio camino entre la guerrilla y el bandolerismo. Aunque se
produjeron enfrentamientos entre villistas y norteamericanos, y entre
norteamericanos y constitucionalistas, la fuerza estadounidense se retiró de
México en febrero de 1917 sin mayores consecuencias.
Tras el asesinato de Venustiano Carranza en 1920, el presidente interino
Adolfo de la Huerta (junio-noviembre de 1920) le
ofreció una amnistía y un rancho en Parral (Chihuahua), a cambio de cesar sus
actividades y retirarse de la política. Villa depuso las armas y se retiró a la
hacienda El Canutillo, el rancho que le había regalado el gobierno; allí, con
casi ochocientas personas, todos ellos antiguos compañeros de armas, trató de
formar una de sus soñadas colonias militares.
Durante tres años sufrió numerosos atentados de los que salió ileso. Sin
embargo, cuando el 20 de julio de 1923 entraba en Parral con su coche
acompañado de seis escoltas, fue tiroteado y muerto desde una casa en ruinas
por un grupo de hombres al mando de Jesús Salas. El asesinato fue instigado por
el entonces presidente Álvaro Obregón (1920-1924) y por su sucesor, Plutarco
Elías Calles (1924-1928),
temerosos del apoyo que Villa pudiera brindar a Adolfo de la Huerta, que
aspiraba a suceder a Obregón en la presidencia.
Cadáver de Pancho Villa
COMENTARIOS
Francisco
o Pancho Villa es uno de los revolucionarios más excepcionales para mí. No sólo su visión militar que le permitió
una preponderancia en importantes batallas al inicio de la revolución, sino una visión desde el lado de los parias
del país hizo que su percepción de cambios básicos se llevarán a cabo al
triunfo de la misma. Igualmente están
los colaboradores cercanos que ayudaron a moldear su programa así como el apoyo
de militares de carrera como el General Felipe Ángeles, uno de los mejores artilleros del país y un
hombre vertical y honesto.
Pancho
Villa fue un hombre de luz y sombra,
posiblemente debido a su origen,
miserable (no pobre), huérfano de
padre muy pronto, jefe de su familia
–pronto y sin preparación-, responsable
de sus hermanos, un asesinato,
igualmente temprano en su vida, del agresor de su hermana. Mucha gente debe decir que eso no posibilita
lo que hizo Pancho Villa, mi pregunta es
qué haría una gente “normal” con esos antecedentes y viviendo lo que pasó F
Villa?
Sin
embargo su visión social estaba sólida y coherente, tal vez porque había sufrido
y padecido miserias e infortunios en su infancia y adolescencia, pero las escuelas – internados en que los
niños recibían todo lo necesario para su manutención y que además de la escuela
normal recibían formación en oficios diversos,
la consideración de que los soldados una vez desmovilizados debían
incorporarse a actividades civiles y productivas, que en sus períodos de
responsabilidad no permitió el pillaje, sabotaje, usura, medro contra la
población desprotegida; en la ciudad de
México la “prensa libre” despotricó y anunció que se acercaban “los bandidos y
robavacas” – Villa y Zapata- y, aún así, la capital fue segura durante su estancia, no
se presentó ningún acto de pillaje, robos u otros crímenes; todos los soldados villistas y zapatistas
pagaron por lo que consumieron.
De
los hechos desafortunados ya en el desarrollo final de su carrera, está el reconocimiento del gobierno
estadunidense a Carranza y el rechazo a P Villa, con
hechos como la venta de munición defectuosa que ayudó a su derrota en las
batallas del Bajío, una de las causas de
su incursión a los EUA; otra fue su
reticencia a replegarse en el segundo combate cuando, literalmente, lo estaban
“barriendo” y que desoyó al Gral. Ángeles para regresar a Chihuahua, reorganizarse, rearmarse y regresar a combatir al
“perfumado” (Obregón); finalmente la
respuesta a Regino Hernández Llergo en que, resbaló con una pregunta, diciendo que
De la Huerta no se vería mal como
presidente y que (él) era un soldado de verdad y podía movilizar 40 000 hombres
en 40 minutos. Finalmente no se sabe si ya estaba condenado,
independiente de lo que hiciera o dijera o si la respuesta molestó o perturbó a
Obregón.
Habrán
personas que no compartan la opinión por distintas causas, válidas o no, sin embargo me parece un
mexicano relevante y valioso. Puedo
mencionar que en su viaje a Guanajuato paró en la mina en que trabajaba mi
abuelo y pidió la plata, que salió
horas antes a refinarse a Pachuca y como no encontró “el gran botín” ordenó el
fusilamiento de mi abuelo (Vicente Neave),
mi abuela y mis tíos imploraron por su vida y, en contra de la opinión
del Gral. (Rodolfo) Fierro, lo perdonó.
Libros
que he leído y, me parece, revelan parte de la riqueza de Pancho Villa son:
Memorias de Pancho Villa de Martín Luis Guzmán, Pancho Villa de Friedrich Katz y Pancho
Villa de Paco I. Taibo II.
Una película notable para su tiempo es Vámonos con Pancho Villa de Fernando de Fuentes.
Soy
un afecto y admirador de Pancho Villa.
Seguramente si su proyecto hubiera sido el ganador, tendríamos otro país. Lástima.
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