5 de Mayo
El 5
de Mayo se conmemora la Batalla de Puebla. Fue la primera vez que el Ejército
Mexicano pudo derrotar a una potencia extranjera con un ejército superior y
mejor preparado. La batalla tuvo lugar en ciudad de Puebla el 5
de mayo de 1862, entre los ejércitos de México y Francia.
Después de la Guerra de Reforma o de los Tres Años y de la
guerra con los Estados Unidos (EU) y dada la precaria situación económica que
prevalecía en el país, en junio de 1861, el Gobierno del Presidente Juárez
declaró la suspensión de la deuda internacional por un periodo de dos años. El 31 de octubre
de 1861, representantes de los gobiernos de España, Francia e Inglaterra se
reunieron en la ciudad de Londres para establecer la exigencia al gobierno
mexicano de cumplir con el pago de la deuda por un monto mayor a los 80
millones de dólares (69 millones Inglaterra,
9 millones España y 2 millones Francia).
El incumplimiento de los pagos
generó la amenaza de una intervención armada.
Irónicamente, los EU y el presidente Lincoln esperaban ansiosos que
México detuviera al ejército francés hasta que el ejército norteño
estadounidense derrotara a su contraparte del sur. En
1862, los Estados Unidos estaba enfrascado en una guerra civil entre los
estados del sur y del norte. Lo único que necesitaba el sur era un aliado
extranjero que ya estaban en territorio mexicano: el ejército francés; así con la alianza, su causa sería reforzada, lo que hubiera
dividido a los Estados Unidos permanentemente. Esto resultaba muy inquietante para
Lincoln. Si el norte derrotaba al sur, Lincoln podría mandar tropas para ayudar a
Juárez en su lucha contra los franceses.
El gobierno francés quería detener
el crecimiento de los Estados Unidos. La
expansión del mismo y su poderío amenazaban a otros poderes mundiales --
incluyendo a Francia. Si el emperador francés Napoleón III triunfaba
en su conquista de México, la posibilidad de viajar al norte, ayudar a las
tropas sureñas estadounidenses y convertir a los Estados Unidos en dos países
con menor poder, sería una realidad.
Los tres países invasores rehusaron
la propuesta de Juárez, la cual indicaba que México les pagaría dos años
después. A principios de 1862 los invasores desembarcaron en el puerto de
Veracruz, realizando acciones como la
toma de la aduana en Veracruz con la intención de interceptar pagos de aduana
para coadyuvar a pagar la deuda. Poco
tiempo después, diplomáticos españoles e ingleses llegaron a un acuerdo (de La
Soledad) con Juárez y las tropas de dichos países se retiraron. Pero no así las francesas, integradas por
belgas, austriacos y soldados de la Legión extranjera quienes permanecieron y emprendieron
la marcha hacia la capital mexicana. Las tropas estaban al mando del general
Charles Ferdinand Latrille, conde de Lorencez. Por esta razón Benito Juárez creó el Ejército de Oriente nombrando al general
Ignacio Zaragoza como jefe del mismo.
El ejército francés era en aquel tiempo considerado la mejor
fuerza militar en el orbe. No había sido derrotado en casi 50 años -- su última
derrota había ocurrido en el pueblo de Waterloo, Bélgica en 1815 a manos de
fuerzas aliadas -- y recientemente había logrado victorias en
Europa y Asia.
El presidente Juárez informó a la nación del inicio de las
hostilidades mediante un manifiesto publicado, además de un decreto en el que
se tomaban medidas ante el inminente estado de guerra.
El 20 de abril, las tropas francesas ocuparon la ciudad de
Orizaba. El Cuerpo del Ejército de Oriente retrocedió a la región de San
Agustín del Palmar, listo para presentar batalla, al mando del general en jefe
Ignacio Zaragoza.
La tensión se apoderó de las fuerzas mexicanas ante el
avance de los franceses de Orizaba a Puebla. El 26 de abril, el general
Lorencez escribió al ministro de Guerra de Francia que los franceses tenían
“superioridad de raza, de organización, de disciplina, moralidad y elevación de
sentimientos”. Pedía que le informaran al emperador, Napoleón III, que con seis
mil soldados ya era el “dueño de México”.
El 28 de abril se dio un primer combate, llamado Batalla de
las Cumbres de tres horas en Acultzingo con cerca de 500 bajas francesas por 50
mexicanas. Después de la Batalla de las Cumbres, el
conde de Lorencez conservaba su confianza y mandó decirle a Napoleón III
que: “Somos tan superiores a los mexicanos en organización, disciplina,
raza, moral y refinamiento de sensibilidades, que le ruego anunciarle a Su
Majestad Imperial, Napoleón III, que a partir de este momento y al mando de
nuestros 6,000 valientes soldados, ya soy dueño de México”
La Batalla
Asegurado el paso de Acultzingo, el
2 de mayo de 1862 la columna principal del ejército expedicionario francés
salió de San Agustín del
Palmar, en Veracruz, para cruzar la Sierra
Madre Oriental y dirigirse hacia Puebla, paso obligado para llegar a la
capital del país y que era además uno de los bastiones del Partido Conservador,
donde esperaban ser recibidos "con una lluvia de rosas", como le
aseguró Saligny a Napoleón III en una carta.
El 3 de mayo por la noche, el general Zaragoza llegó a Puebla, dejando en su retaguardia una brigada de
caballería para hostigar a los invasores. Los efectivos del Ejército de Oriente se organizaron por las
calles desiertas de la ciudad, ya que la mayoría de la población era partidaria
de la invasión.
Zaragoza estableció su cuartel a
unos cuantos metros de la línea de batalla, donde estableció el plan para la
defensa de la plaza: concentrar los pertrechos en el sur y oriente de la
ciudad, esperando evitar que los franceses alcanzaran al área urbana de Puebla.
El 4 de mayo los franceses llegaron
a Amozoc y establecieron su Cuartel General;
se unieron los generales conservadores Almonte y Haro y Tamariz. Su estrategia se fijó en el ataque al Cerro
de Guadalupe para la toma de la ciudad.
Por su parte los exploradores mexicanos volvieron con noticias de que
una columna de conservadores a caballo, al mando de Leonardo Márquez y José María Cobos, marchaba por la zona de Atlixco para unirse con las fuerzas de Lorencez en el ataque a
Puebla. Zaragoza envió una brigada de 2000 hombres
bajo el mando de Tomás O'Horán y Antonio Carbajal, con el fin de detenerlo, lo
cual lograron. Aunque sus fuerzas
habían disminuido, los mexicanos se prepararon para la defensa de Puebla. Contaban con dos baterías de artillería de
batalla y dos de montaña, cubriendo los fuertes con 1200 hombres y formando a
otros 3500 en cuatro columnas de infantería con una batería de batalla y una
brigada de caballería por el lado del camino a Amozoc.
El ala derecha mexicana la cubrían
las tropas de Oaxaca dirigidas
por Porfirio Díaz.
El centro de la línea lo
ocuparon Felipe Berriozábal y Francisco Lamadrid con las
tropas del Estado de México y San
Luis Potosí. La izquierda se apoyó en el cerro de
Acueyametepec ubicado en el norte de la ciudad y en cuya cumbre se ubicaban
los Fuertes de Loreto y
Guadalupe, con el general Miguel
Negrete a la cabeza de la Segunda
División de Infantería. La artillería sobrante la colocaron en los
fortines y reductos dentro de Puebla, quedando al mando del general Santiago
Tapia.
La mañana
del 5 de mayo de 1862, 6,000 tropas francesas, al mando del General
Lorencez, avanzaban hacia Puebla, localizada a unos 140 km al este
de la Ciudad de México. En las afueras
de Puebla, un ejército de 4,000 soldados, en gran parte campesinos armados con
anticuados rifles y machetes, esperaba. Su
mando estaba a cargo del General Ignacio Zaragoza, un nativo de Texas (cuando
era mexicana). La batalla tendría lugar
en un campo lodoso y accidentado.
Para demostrar su desprecio
por las tropas de Zaragoza, Lorencez ordenó un ataque por en medio de las
defensas mexicanas, la posición más fuerte de las mismas. La caballería francesa emprendió camino a
través de zanjas, paredes en ruinas y hacia la ladera del Cerro de Guadalupe. Agotada y en gran parte desbandada -- muchos
de los jinetes cayeron a balazos -- la caballería fracasó en su objetivo. El ejército mexicano aguantó la carga. Zaragoza, con poca experiencia en táctica
militar pero un veterano en cuestión de guerrillas, ordenó un contraataque que
forzó la retirada de los franceses, quienes fueron perseguidos hasta
Orizaba. Poco tiempo después, Zaragoza
volvió al ataque, esta vez forzando a los franceses a huir hasta la costa
veracruzana.
A las 9 h del 5 de mayo, los
franceses aparecieron y el 6o. Batallón de la Guardia Nacional del Estado de
Puebla, bajo el mando del coronel Juan Nepomuceno Méndez, fue el
primer cuerpo del Ejército de Oriente en hacerles frente y rechazar el
ataque, otras tropas siguieron
avanzando desde la cercana Hacienda de Rementería, cruzando fuego con las
guerrillas de caballería que se batían en retirada y que no se replegaron hasta
que las líneas francesas estuvieron formadas y listas para avanzar. La batalla se inició en forma a las 11
h, anunciándose con un cañonazo desde el
Fuerte de Guadalupe y acompañado por los repiques de las campanas de la
ciudad. En ese momento hicieron una
maniobra sorpresiva: la columna francesa, que venía avanzando en orden de
oriente a poniente, se dividió en dos: la primera, compuesta por
aproximadamente 4000 hombres y protegida con su artillería, giró hacia la
derecha y se dirigió hacia los fuertes; mientras que la segunda columna,
compuesta por el resto de la infantería, quedó como reserva.
Los conservadores Almonte
y Antonio de Haro y Tamariz, que acompañaban a los franceses, habían
sugerido que el ataque se dirigiera a las inmediaciones del ex Convento del
Carmen, en el sur de la ciudad, tomando como antecedente lo que sucedió en
el sitio durante la Guerra con Estados Unidos. Lorencez, confiado en la superioridad de sus
tropas, así como en el auxilio que esperaba del contingente de Márquez, desoyó
el consejo y decidió concentrar el ataque en los fuertes, donde los mexicanos
contaban con la ventaja. Zaragoza advirtió la maniobra y rápidamente
replanteó su plan de batalla, movilizando las tropas hacia las faldas del
cerro. El 6o. Batallón de
la Guardia Nacional del Estado de Puebla, bajo el mando del entonces coronel Juan Nepomuceno
Méndez, fue el primer cuerpo del Ejército de Oriente
en hacer frente a los franceses, al ubicarse en la línea comprendida entre los
fuertes, y rechazar su ataque.
Zaragoza hizo avanzar a las fuerzas de Berriozábal a paso veloz entre las
rocas, situándolas entre la hondonada que separa a Loreto y Guadalupe. Mientras, el general Antonio Álvarez con su
brigada protegió el flanco izquierdo de los reductos.
La línea de batalla mexicana formó
un ángulo que se extendió desde Guadalupe hasta un sitio conocido como Plaza de Román, frente a las posiciones enemigas. Zaragoza dispuso que el general Lamadrid
defendiera con las tropas potosinas y dos piezas de artillería el camino que
conectaba a la ciudad con la garita de Amozoc. La derecha de la
línea de batalla mexicana la cerró Porfirio Díaz con la División de Oaxaca,
auxiliado por los escuadrones de Lanceros de Toluca y Oaxaca.
Los franceses continuaron su avance,
colocando sus baterías frente a Guadalupe, al tiempo que devolvían el fuego
mexicano proveniente de esa posición.
En ese momento los zuavos el regimiento de élite de la infantería francesa,
iniciaron su ascenso por el cerro hacia Guadalupe, perdiéndose de la vista de
los fusileros mexicanos. De repente, aparecieron disparando frente a la
fortificación. Sin embargo, el fuego
lanzado por los mexicanos los detuvo en seco.
En ese instante, los soldados de
Berriozábal los recibieron con sus bayonetas, por lo que tuvieron que retirarse
en buen orden hasta ponerse fuera de tiro. Se repusieron rápidamente y se lanzaron de
nuevo al ataque, intentando tomar el
fuerte.
Los franceses, apoyados por el 1.er.
y 2o. Regimientos de Infantería de Marina, se abalanzaron sobre el resto de la
línea mexicana, siendo recibidos con las bayonetas. La
columna francesa fue rechazada en Guadalupe y Loreto, siendo igualmente
repelidos los ataques de otras columnas francesas desplegadas. En
ese momento, el coronel mexicano José Rojo avisó a Antonio Álvarez que era
tiempo de que la caballería mexicana entrara en acción para alcanzar una
victoria completa. Ordenó a los
Carabineros de Pachuca cargar sobre los restos de la columna, disparando sus carabinas
y lanzando mandobles de sable sobre los franceses, siendo totalmente
rechazados.
A las 14 h, cuando se empezaba a
perfilar una victoria para los mexicanos, Lorencez se dispuso a lanzar el
último asalto, dirigiendo a los Cazadores de Vincennes y el Regimiento de
Zuavos hacia Guadalupe, mientras ponía en marcha una segunda columna de ataque
compuesta de los restos de los cuerpos de batalla —excepto el 99 de Línea, el cual
quedó de reserva en el campamento francés—, para atacar por la derecha de la
línea de batalla mexicana.
Ante esta situación, salieron a su
encuentro los Zapadores de San Luis Potosí, al mando del general Lamadrid,
librándose un terrible combate a la bayoneta. Una casa situada en la falda del cerro fue el
objetivo. Los franceses la tomaron y se guarecieron en
ella, siendo desalojados por los zapadores; la recobraron y de nuevo fueron
expulsados por las tropas de Lamadrid. Un cabo mexicano de apellido Palomino se
mezcló entre los zuavos y se batió con ellos cuerpo a cuerpo, posesionándose de
su estandarte como botín de guerra al caer muerto el portador del mismo. Este
momento significó un golpe anímico a favor de los defensores.
Ya entrada la tarde cayó un aguacero
sobre el campo, lo cual dificultó el avance a las tropas francesas. Zaragoza dispuso que el Batallón Reforma de
San Luis Potosí saliera en auxilio de los fuertes. En Loreto había un cañón de 68 libras que
causaba enormes estragos en las filas francesas. Los
zuavos hicieron una carga de infantería desesperada para apoderarse de esa
pieza. El artillero mexicano,
sorprendido por la rapidez de los franceses, tenía en sus manos la bala de
cañón que no alcanzó a colocar en la boca de fuego. Un
zuavo apareció frente a él y tras éste el resto del cuerpo que, una vez
apoderados de ese fortín, levantarían la moral francesa y podría perderse la
victoria conseguida. El artillero arrojó la bala al soldado francés, que herido
mortalmente por el golpe en la cabeza rodó al foso del parapeto. Luego de que este
asalto fue rechazado, los franceses retrocedieron siendo perseguidos por el
Batallón Reforma.
Cuando la segunda columna llegó al
Fuerte de Guadalupe protegida por una línea de tiradores, Porfirio Díaz acudió
en auxilio de los Rifleros de San Luis Potosí, que estaban a punto de ser
rodeados. Movió en columna al Batallón
Guerrero, a las órdenes del coronel Jiménez, y le ganó el terreno a los
franceses. Para apoyar envió al resto
de las tropas de Oaxaca, al mando de los
coroneles Espinoza y Loaeza, con lo que se logró expulsar al enemigo de las
cercanías. El éxito alentó a Díaz, que
destacó al Batallón Morelos con dos piezas de artillería a la izquierda,
mientras por la derecha los Rifleros de San Luis Potosí se reponían de la
pelea, antecedidos por una carga de los Lanceros de Oaxaca, trabándose un
combate cuerpo a cuerpo que hizo retroceder a los atacantes.
En aquel momento, luego de ser
repelidos por última vez, los efectivos franceses empezaron a huir,
completamente dispersados. Se replegaron
a la hacienda Los Álamos, para finalmente retirarse hacia Amozoc.
Repercusiones
Mientras
se libraba la batalla, en el Palacio Nacional y en la Ciudad de México en general se vivía un
ambiente de tensa espera. Lo último que se sabía de Puebla era el telegrama
enviado por Zaragoza hacia las 12:30 del día, en el que avisaba que el fuego de
artillería de ambos lados había iniciado. Luego, silencio. Ante la
incertidumbre, el gobierno había hecho salir precipitadamente al general Florencio Antillón al mando de los Batallones de Guanajuato, quedando
como guardianes de la capital sólo 2,000 hombres del Regimiento de Coraceros
Capitalinos y algunos centenares de milicianos pobremente armados. Si las
tropas guanajuatenses se perdían, la capital quedaría desprotegida. Finalmente, cerca de las 18 h del 5
de mayo, Zaragoza envió un telegrama en que anunciaba la victoria:
“Las armas del Supremo
Gobierno se han cubierto de gloria: el enemigo ha hecho esfuerzos supremos por
apoderarse del Cerro de Guadalupe, que atacó por el oriente de izquierda y
derecha durante tres horas: fue rechazado tres veces en completa dispersión y
en estos momentos está formado en batalla fuerte de más de 4,000 hombres,
frente al cerro de Guadalupe, fuera de tiro. No lo bato, como desearía, porque el Gobierno
sabe (que) no tengo para ello fuerza bastante.
Calculo la pérdida del enemigo,
que llegó hasta los fosos de Guadalupe en su ataque, en 600 o 700 entre muertos
y heridos; 400 habremos tenido nosotros. Sírvase
vd. dar cuenta de este parte al C. Presidente. — I.
Zaragoza”
El
saldo final de la batalla fue de 476 muertos y 345 heridos del lado francés,
así como 83 muertos, cerca de 131 heridos y 12 desaparecidos para el Ejército
de Oriente. A las 7 de la noche del día 6 de mayo
arribaron a Puebla el general Antillón y sus tropas; Zaragoza esperaba un nuevo ataque de
Lorencez, pero se retiró a San Agustín del Palmar el día 8 de mayo, siendo
"saludado" por la artillería republicana y la Banda de Guerra de los
Carabineros, quienes tocaron "Escape".
El
5 de septiembre de 1862, todavía acuartelado en Puebla, el general Zaragoza
contrajo tifo y falleció tres días después.
Lo sustituyó en el mando del
Ejército de Oriente el general Jesús González
Ortega, quien se encargaría de la defensa
de la ciudad ya que se esperaba el regreso de los franceses, reagrupados y con
refuerzos, lo cual sucedió en marzo
del siguiente año. Los historiadores concuerdan en señalar el
talento de Zaragoza como organizador y motivador de sus tropas. Antes de la batalla, las arengó diciéndoles
que si bien los franceses eran considerados "los primeros soldados del
mundo", ellos eran "los primeros hijos de México", lo cual tuvo
tal efecto en la moral de sus soldados que su determinación por defender la
plaza ante los invasores compensó sus carencias materiales y de disciplina. Además, no temió tomar decisiones arriesgadas,
como prescindir de los 2000 efectivos que O’Horán se llevó para batir a
Leonardo Márquez, y en el curso de la batalla actuó con serenidad y
efectividad. Se le considera héroe nacional y en su honor,
tiempo después, Juárez renombró a la ciudad como Heróica Puebla de Zaragoza.
Cabe
atribuir parte de la responsabilidad en el resultado de la batalla a Lorencez,
por decidir lanzarse en primer lugar contra Loreto y Guadalupe en lugar de ir
sobre la ciudad. Esta acción no carece de sentido si se toma en cuenta que el
general francés se encontraba confiado en la victoria por lo que había sucedido
en las Cumbres, además de que bajo la lógica militar de su tiempo, primero
había que atacar al enemigo en sus posiciones más fuertes. En todo caso,
ensoberbecido por la superioridad per se de los franceses, no
contó con la férrea resistencia mexicana y cometió yerros garrafales: así, por
ejemplo, fue famosa su orden de colocar sus cañones en batería a dos kilómetros
y medio de las fortificaciones poblanas, lo cual fue calificado por el
propio Napoleón III como
un disparate
ya que las balas llegaban a
sus blancos, pero sin fuerza. El conde fue repatriado y lo
sustituyó Frédéric Forey en el mando de las tropas expedicionarias. Cuando en Francia se supo la derrota del
ejército francés, originó dolor, histeria y llanto, más aún cuando llegaron las
historias de que los indígenas zacapoaxtlas (que en realidad se trataba del
sexto Batallón de Guardia Nacional del Estado de Puebla) habían atacado con
machetes, arma desconocida en Europa. El resto de Europa, con incredulidad y
asombro, comentaban como el ejército francés, invicto desde la Batalla de
Waterloo en 1815, había sido derrotado en México, un ejército considerado el
mejor del mundo, el vencedor en la conquista de Argelia y de la Indochina
francesa (hoy Vietnam), había sido derrotado por un país "irrelevante" militarmente, pobre y limitado, utilizando
tácticas de guerra desconocidas en Europa, como era la Guerra de Guerrillas.
Otros
El general Miguel Negrete, abandonó al partido conservador y se
puso a disposición de Zaragoza con la siguiente frase: “Yo tengo patria antes
que partido.”
El Ejército Mexicano ganó esta Batalla pero el Ejército Francés
atacó nuevamente a Puebla con refuerzos y mejores estrategias, dando como
resultado una victoria que desembocaría en el posterior establecimiento
del Segundo Imperio Mexicano con la llegada de Maximiliano de Habsburgo en
1864.
Al final de la guerra contra Francia (1867) México logró la
victoria y en honor a Benito Juárez, la ciudad de Paso del Norte cambió de
nombre a lo que hoy se conoce como Ciudad Juárez, Chihuahua.
Los franceses se retiraron para siempre del país en 1867.
Esta
es una de las batallas más importantes y significativas en la Historia de
México, dada la abulia y apatía de la
mayoría de los mexicanos actuales, esta
sólo es una fecha más del calendario cívico y/o escolar (¡ojalá ayudara al puente!);
pero no nos ayuda a exaltar el sentido de orgullo nacional de saber que
si hay unión se pueden alcanzar logros importantes para el país. Se debe pensar en las características de
nuestro ejército, de su
equipamiento, su formación y compararlo
con el francés y se encontrara una diferencia significativa; sin embargo el patriotismo (el real, no el de los gritos del 15 de
septiembre), el liderazgo, el ejemplo le
dieron al ejército y a la Nación una victoria;
algo que necesitamos para luchar con la depresión de nuestra triste
realidad cotidiana. ¿Algún día tendremos
otro Juárez, otro Zaragoza, otro Díaz, otro Berriozábal? Creo que la emoción hace pensar y/o decir
cosas impropias. Sigamos considerando
que el Cinco de mayo es un aniversario de una batalla en el México del siglo
XIX y que sirve para buscar monografías, hacer periódicos murales y ceremonias
ese día, siempre que no sea fin de
semana o los maestros no vayan a la marcha.
Mientras tanto los pocos que consideran este suceso como lo que es, mantengan las expectativas de la grandeza del
país y de muchos de sus hijos. ¡Yo sí
creo!
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