Final Segunda Guerra Mundial (Europa).
Finalmente, el 7 de Mayo de 1945 se anunciaba el final de la guerra, después de cinco años, ocho meses y siete días de batalla.
A diferencia de la primera guerra mundial, en la que los Estados Unidos optaron
por el aislamiento, al finalizar la segunda guerra mundial, asumieron la
responsabilidad de una política de intervención en conflictos como primera
potencia mundial.
Los Estados Unidos, aplicando la "Doctrina Truman" (tratar de frenar la expansión del comunismo y de la Unión Soviética), lanzaron el conocido "Plan Marshall" para ayudar económicamente a los países europeos. Una condición básica para recibir ayudas por parte de los americanos era la adopción de una política de libre comercio.
Los Estados Unidos, aplicando la "Doctrina Truman" (tratar de frenar la expansión del comunismo y de la Unión Soviética), lanzaron el conocido "Plan Marshall" para ayudar económicamente a los países europeos. Una condición básica para recibir ayudas por parte de los americanos era la adopción de una política de libre comercio.
Este plan tenía como objetivo ayudar
económicamente a los países más perjudicados de Europa tras la guerra.
Por tanto, en 1948 creó la Organización para la Cooperación Económica Europea (OECE) que ayudó a liberalizar el comercio entre los estados miembros, introduciendo acuerdos monetarios y ayudando a la cooperación económica.
Un año después, los Estados Unidos junto a la mayoría de los estados democráticos de Europa fundaron la OTAN, alianza militar occidental enfrentada a la Unión Soviética que en respuesta crearon el Tratado de Varsovia (en el balance de La Guerra Fría).
También se creó el Consejo de Europa, organismo cuyo objetivo es el de fomentar la cooperación política entre los países europeos. Su principal función ha sido y sigue siendo la de reforzar el sistema democrático y los derechos humanos en los estados miembros, la contraparte creó el Consejo de Ayuda Mutua Económica.
Por tanto, en 1948 creó la Organización para la Cooperación Económica Europea (OECE) que ayudó a liberalizar el comercio entre los estados miembros, introduciendo acuerdos monetarios y ayudando a la cooperación económica.
Un año después, los Estados Unidos junto a la mayoría de los estados democráticos de Europa fundaron la OTAN, alianza militar occidental enfrentada a la Unión Soviética que en respuesta crearon el Tratado de Varsovia (en el balance de La Guerra Fría).
También se creó el Consejo de Europa, organismo cuyo objetivo es el de fomentar la cooperación política entre los países europeos. Su principal función ha sido y sigue siendo la de reforzar el sistema democrático y los derechos humanos en los estados miembros, la contraparte creó el Consejo de Ayuda Mutua Económica.
La Segunda Guerra Mundial fue uno de los peores episodios por los que ha tenido que pasar la humanidad y es considerada como uno de los acontecimientos más importantes del siglo XX. Su desenlace acabó con uno de los regímenes más brutales que el mundo haya conocido -el nazismo- y puso fin a largos siglos de dominio de Europa Occidental en la historia mundial. Pero al mismo tiempo, determinó la conformación de una nueva configuración mundial relativa a las diferencias entre el capitalismo y el socialismo, y estableció la lucha de las dos superpotencias (EU y la URSS) por la supremacía. No obstante haber costado millones de vidas humanas, el fin de esta conflagración no supuso el surgimiento de un mundo más apacible en el cual los conflictos, oposiciones y tensiones se dirimieran a través de la negociación y la concertación. Por el contrario, traía en ciernes la semilla de una nueva forma de competencia y de exacerbación de los conflictos: la Guerra Fría.
En la actualidad, cuando la
Unión Soviética ha desaparecido, existe la tendencia por parte de algunos
analistas a atribuir toda la responsabilidad del estallido de la guerra fría al
Kremlin y a la camarilla dirigente entonces en el país de los soviéticos. Sin pretender negar la responsabilidad de
Moscú, un examen más ecuánime debe incorporar igualmente la participación de
Gran Bretaña y Estados Unidos en el inicio y desarrollo de esta nueva forma de
competición, por ser países que también alimentaron los recelos y trataron de
configurar un orden en el que prevalecieran sus intereses nacionales.
Ya en las postrimerías de esta
guerra, cuando era evidente la inminente derrota de Alemania y Japón, los
gobiernos de los principales países aliados -Estados Unidos, Gran Bretaña y la
Unión Soviética- emprendieron acciones encaminadas a definir un mundo de
postguerra que fuera acorde con la percepción que cada uno de ellos tenía de
las relaciones internacionales. El
tránsito de la colaboración a la confrontación ocurrió precisamente durante los
meses finales de la guerra, por ser este el momento en que comenzó a
vislumbrarse un nuevo panorama internacional de postguerra estructurado en tomo
al declive de las potencias colonialistas (Gran Bretaña y Francia), el
desmantelamiento de la principal potencia militar europea (Alemania) y el
surgimiento de dos vigorosos Estados extracontinentales con pretensiones
hegemónicas a escala planetaria: Estados Unidos y la Unión Soviética. Sobre Moscú, Londres y Washington recayó la
responsabilidad principal de que los conflictos se plantearan de una nueva
forma, ya no entre países, sino entre
sistemas e ideologías. La continuación de las tensiones y el origen de la
guerra fría no fue únicamente el resultado de los cambios que se produjeron en
los recursos de poder que favorecían a las llamadas superpotencias. Fue
igualmente el producto de un cierto número de aprehensiones, suspicacias y
recelos que mantenían las clases dominantes de los países centrales, así como
también el resultado de profundas discrepancias ideológicas. La desconfianza de los líderes de la Unión
Soviética se remontaba al período de preguerra.
En la conferencia de Múnich de
1938, Gran Bretaña y Francia habían coludido (pactado en daño de tercero) con
Alemania para que esta última se apoderara de los Sudetes checoslovacos. Los soviéticos interpretaron esta concesión
como el deseo de Occidente de dejar las manos libres a la Alemania nazi para
que ejerciera control en Europa del Este, incluida la Unión Soviética. El temor a que se reconstituyera una «cruzada
anticomunista», como la que había tenido lugar en 1918, fue lo que indujo a los
soviéticos a buscar un acercamiento con Alemania, tal como quedó consagrado en
el Pacto Von Ribbentrop-Molotov (agosto 23 de 1939), y evitar así que su país
se viera, desde un comienzo, envuelto en la guerra.
Al finalizar el conflicto bélico, los soviéticos todavía
conservaban el mismo tipo de aprehensiones. Pero entonces la Unión Soviética era un país
muy diferente: no sólo había resistido a la impresionante maquinaria militar
alemana, sino que había llevado a sus espaldas el peso fundamental de la guerra
en el teatro europeo. Disponía, además,
del ejército más grande de Europa, y en su persecución a los alemanes había
liberado parte importante de Europa Central y Oriental, región en la cual
ejercía una indiscutible supremacía. En
tales condiciones, la clase dirigente soviética creó una nueva escala de
objetivos, la cual consistía en crear un entorno regional que sirviera de
garantía para su seguridad interna, posibilitara al mismo tiempo la ampliación
del campo socialista y convirtiera a la URSS en un actor con el cual las otras
grandes potencias y el mundo en general tuvieran indefectiblemente que contar.
La transformación de la Unión
Soviética en líder de un subsistema mundial introdujo igualmente grandes
transformaciones a nivel de la ideología. No sólo desapareció la insignificante
permisividad ideológico-cultural de los años de la guerra, sino que se enarboló
una nueva doctrina que debía guiar el accionar externo del país: la teoría de
los dos mundos irreconciliables, capitalismo y socialismo. Esta nueva concepción del mundo sirvió de
argumento para justificar la imposición del socialismo en aquellos países que
habían sido liberados del yugo nazi por el ejército rojo y para reducirles su
margen de autonomía. La «doctrina de las soberanías limitadas», que
alcanzaría su máximo paroxismo en las décadas de los años cincuenta y sesenta
con las invasiones a Hungría y Checoslovaquia en 1956 y 1968 respectivamente,
nació en realidad cuando la «cortina de hierro» cayó sobre Praga en febrero de
1948.
Para el primer ministro
británico Winston Churchill, los intereses supremos de Gran Bretaña en las
postrimerías de la guerra consistía en impedir la consolidación de la Unión
Soviética como actor de peso en los asuntos europeos y evitar el ocaso del
imperio británico. Por esta razón, Churchill intentó vanamente
obstaculizar que la Unión Soviética desempeñara algún papel en la
liberalización de los países de Europa Oriental. En la conferencia de Teherán de 1943, en la
que participaron Gran Bretaña, la Unión Soviética y Estados Unidos, el primer
ministro británico defendió la idea de abrir un segundo frente en los Balcanes. De
esta manera. Gran Bretaña y Estados Unidos liberarían los países de Europa del
Este desde el sur y dejarían confinada a la Unión Soviética dentro de sus
fronteras. Si bien esta iniciativa fue
desechada, demostró claramente que, a pesar de la alianza que se tenía con la
URSS, Churchill pensaba ya en un escenario de postguerra sin presencia
soviética.
Sin abandonar nunca su lucha implacable contra el
comunismo, al cual consideraba no como una política sino como una enfermedad,
Winston Churchill diseñó una nueva estrategia de acción política que perseguía
un doble propósito: de una parte, permitir que la influencia soviética se
ejerciera sólo en una porción de Europa y, de la otra, garantizar la presencia
y dominio de Gran Bretaña en el Viejo Continente. En
octubre de 1944, en su visita a Moscú, propuso a Stalin la división del
continente europeo en esferas de influencia. La Unión Soviética tendría un predominio
indiscutido en Europa del Este, mientras que Gran Bretaña se reservaba el
control en la parte occidental. Esta proposición, que como tal fue aceptada
por el dictador georgiano, se convirtió en el anuncio de la completa división
de Europa, que duraría más de cuarenta años y sirvió de fundamento sobre el
cual se erigió la guerra fría en el escenario europeo.
Si bien los líderes de ambos países llegaron a acuerdos en
temas de gran importancia, los recelos eran manifiestos. En enero de 1945 los soviéticos alcanzaron el
río Oder. Se hallaban a unos 150 km de Berlín. Los esfuerzos del ejército alemán se
centraron entonces en resistir con
el fin de permitir a los ejércitos anglo-americanos alcanzar
la capital antes que los soviéticos. La población civil, presa del pánico,
emprendió la huida a
la zona occidental,
controlada por estadounidenses y británicos.
El 13 de febrero de 1945, cuando los
soviéticos se encontraban a poco más de cien kilómetros de la ciudad alemana de
Dresde, Churchill dio la orden de realizar un bombardeo aéreo sobre la ciudad un
grupo de unos 1000 aviones ingleses y estadounidenses lanzaron un ataque
con bombas incendiarias. En Dresde, localidad que carecía de objetivos
militares, perecieron más de ciento veinte mil personas. Si desde un punto de vista militar la ciudad
no era importante, ¿por qué el primer ministro dio la orden de realizar el
bombardeo? Era, sin duda, para darles una lección a los
soviéticos, para demostrarles la fuerza de la capacidad militar de Occidente y
particularmente de la Gran Bretaña. No sería casualidad que el discurso en Fulton,
Missouri, constatara que «una cortina de hierro ha caído sobre Europa», telón
que él mismo había ayudado a construir al demarcar claramente la existencia de
las dos Europas.
Hitler prohibió cualquier tipo de rendición o repliegue
estratégico e instó a resistir a toda
costa. La población fue movilizada en su
totalidad. Todos los alemanes entre 16 y
60 años fueron alistados al ejército, siendo empleados en el combate niños de
las Juventudes Hitlerianas que contaban tan solo 14 años. El ejército ruso se acercaba a la
capital con 450 000 efectivos. En abril de
1945 los aliados alcanzaron
la línea del Elba, en tanto
que los rusos, una vez cruzados los ríos Oder y Neisse, se hallaban a las
puertas de Berlín. Hitler destituyó a diversos generales,
entre ellos, a Guderian, y relevó a Göering del mando de
la Luftwaffe.
Himmler intentó entablar
conversaciones con los aliados occidentales. Después nombró como Jefe de Estado al
almirante Dönitz (lo
sería hasta el 22 de mayo) y como canciller o Primer Ministro del
Reich a Goebbels,
quien optó por suicidarse al día siguiente, junto a su mujer e hijos. El día 30 las tropas soviéticas tomaron el Reichstag (Parlamento alemán) y rodearon la Cancillería.
Hitler se suicidó y la ciudad fue intensamente bombardeada.
Hitler pasando revista a tropas combatientes de niños.
Toma del Reichstag (Parlamento) por tropas soviéticas.
El
día 2 de mayo de 1945 Berlín
capitulaba. El día 7, en Reims (Francia) el general Jodl firmó la capitulación de
toda Alemania, ante el general Eisenhower; el día 8, en Berlín, el mariscal Keitel hizo lo propio ante los
soviéticos, representados por el mariscal Zhúkov. La guerra, sin embargo, aún no había
concluido, pues en Asia los japoneses seguían combatiendo.
Ruinas de Berlín tras los bombardeos
Keitel, en el centro, firmando ante los soviéticos la capitulación de Alemania
Por último, los cambios de orientación en
materia internacional del gobierno de los Estados Unidos en las postrimerías
del conflicto también contribuyeron a la emergencia de las nuevas formas de
competición y tensión internacional que prevalecería en el mundo de postguerra.
No sólo por la amplia gama de doctrinas que los dirigentes norteamericanos
crearon en ese entonces para combatir a los soviéticos --la teoría del containment (contención),
o sea la inmovilización del comunismo para impedir su expansión más allá de su
área de influencia, rollback (retroceso), que consistía en replegar los límites
de la zona de influencia de la URSS, etc.-, sino por el hecho de que también
elaboraron su propia doctrina de las «soberanías limitadas» en Europa
Occidental para luchar contra el peligro comunista, como lo demuestra la
organización Gladio, con la cual se creó una red clandestina de alcance europeo
para «defender los intereses norteamericanos», y por las acciones que
emprendieron en las postrimerías de la segunda Guerra Mundial para amedrentar a
la Unión Soviética.
Documentos norteamericanos
salidos a la luz pública en el trascurso de los últimos años (The New York
Times, agosto 4 de 1989) demuestran las razones de fondo que indujeron a los
norteamericanos a lanzar las bombas de destrucción masiva sobre las ciudades
japonesas de Hiroshima y Nagasaki, el 6 y 9 de agosto de 1945, respectivamente.
De acuerdo con tal información, esta no fue una acción encaminada a acelerar el
epílogo de la segunda Guerra Mundial en el Asia-Pacífico, sino una advertencia
a los soviéticos acerca de la superioridad militar de los Estados Unidos. Estos
mismos documentos demuestran que lo que llevó a la capitulación de Japón no fue
la utilización de la bomba atómica sino la decisión soviética del 8 de agosto
de invadir Manchuria, entonces ocupada por los japoneses. Nada expresa mejor el
estado de ánimo prevaleciente en esos años en los círculos políticos
anglo-americanos que las palabras de lord Alan-Brooke, quien escribió: «Tenemos
en las manos una cosa que restablecerá el equilibrio con los rusos. El
secreto de este explosivo y la capacidad para utilizarlo modificarán
completamente el equilibrio diplomático que se encontraba a la deriva después
de la derrota de Alemania». La guerra
fría entraba formalmente en escena, y desde ese momento el mundo se dividiría
en buenos y malos, en el «reino de la libertad», y el «imperio del mal». En
otras palabras, un mundo en blanco y negro.
La
Segunda Guerra Mundial, representa una página negra en la Historia de la
Humanidad; la situación derivada de la
misma expresada como muertos es terrible y pavorosa. Un total de 47 200 000 personas
muertas, de los cuales los civiles
fueron mayoría en un conflicto que, posiblemente, no entendieron y que seguro
no buscaron: la estupidez, la
brutalidad, la enfermedad, la ceguera, la ambición y lo que se les ocurra
seguro aplican para esta situación,
definitivamente la URSS fue quien más padeció en esta pérdida.
País
|
Militares
|
Civiles
|
Total
|
URRS
|
12.000.000
|
17.000.000
|
29.000.000
|
Polonia
|
597.000
|
5.860.000
|
6.270.000
|
Alemania
|
3.250.000
|
2.440.000
|
5.690.000
|
Yugoslavia
|
305.000
|
1.350.000
|
1.660.000
|
Rumania
|
450.000
|
465.000
|
915.000
|
Hungría
|
200.000
|
600.000
|
800.000
|
Francia
|
245.000
|
350.000
|
595.000
|
Italia
|
380.000
|
153.000
|
533.000
|
Reino Unido
|
403.000
|
92.700
|
495.000
|
EEUU
|
407.000
|
6.000
|
413.000
|
Checoslovaquia
|
7.000
|
315.000
|
322.000
|
Países Bajos
|
13.700
|
236.000
|
249.000
|
Grecia
|
19.000
|
140.000
|
159.000
|
Bélgica
|
76.000
|
23.000
|
99.000
|
Por otra parte, la bandera del pueblo judío como los
causantes de los males del pueblo alemán no tienen justificación alguna y, lo
más incomprensible es, que ese pueblo alemán,
con una historia monumental (Bach, Beethoven, Goethe) participó voluntariamente o por omisión en un
crimen sin nombre, la cifra aceptada es
de 6 millones de muertos; pero uno solo
debió preocupar e inquietar a quienes debieron responder. Tal vez la respuesta sea que no se afectaron
los intereses de otros sectores o grupos de personas y que, por tanto, no
debían intervenir; creo que el espíritu
humano puede ser incomprensible. O que
sólo son vecinos. O que ya están
acostumbrados. O que si tienen la
culpa. O …………… (y la sarta de necedades
que se les ocurran).
Después de negociar entre los
jerarcas vencedores, vinieron otras
situaciones que tardaron mucho tiempo en (medio) componerse, la (geo)política en descomponerse, los nuevos responsables en enredarse en otros
conflictos (Corea) y otros menos visibles o ruidosos, en usar la propaganda conveniente (p.e. la
carrera espacial: la perrita Laika, Yuri
Gagarin, Valentina Tereshkova, la
creación del programa espacial impulsado por Kennedy), la propaganda de los desertores
soviéticos o del bloque socialista, la
crisis de los misiles en Cuba, la Guerra
de Vietnam y todo lo intermedio,
incluyendo la caída del muro hasta culminar con las Guerras del Golfo y
después Al Qaeda y el Estado Islámico;
todo relacionado de un modo sutil o muy basto; pero que nos afecta y ni siquiera nos consultan.
Mientras tanto, el triunfo “europeo” en la Guerra debe servir
como acicate para recordar e impedir la repetición de esas situaciones, que así sea!
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